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Resurge el espíritu de las cafeterías Nebraska, con sus perritos y tortitas

Los socios del establecimiento madrileño, fundado por cangueses, sacarán a la venta los dos productos estrella del local

José Ramón Blanco, con el escudo de la cafetería, en su casa de Leitariegos. D. ÁLVAREZ

Las cafeterías Nebraska, fundadas en 1955 en Madrid por cuatro hermanos de Naviego (Cangas del Narcea), cerraron sus puertas a principios del pasado mes de enero. El fin de su actividad tuvo mucha repercusión por tratarse de cuatro establecimientos situados en importantes locales de algunas de las principales calles de la capital y por dar empleo a 92 personas. A pesar del inevitable cierre, los actuales gestores del grupo no han querido dejar que se perdiese la esencia de Nebraska y comenzarán a comercializar en el mes de septiembre los dos productos estrella de la cafetería madrileña: sus perritos calientes y sus tortitas.

Entre los actuales gestores del grupo Nebraska se encuentran José Ramón Blanco y María del Carmen Blanco, hijos de dos de los fundadores. Ambos sintieron el cierre de las cafeterías como la desaparición de un ser querido. "Nos quedamos noqueados, se tiró la toalla cuando era imposible continuar, nuestra intención fue siempre la de intentar salvar la empresa, pero el modelo ya no funcionaba", explica José Ramón Blanco, que visita a menudo el concejo cangués, ya que tiene una casa y ganadería en el puerto de Leitariegos.

El apego emocional hacia el negocio familiar es lo que ha hecho que el grupo Nebraska decidiera mantener su marca y sus logotipos con la intención de poder estar activos de algún modo, puesto que, más que un negocio, para ellos es una parte muy importante de la historia familiar.

José Ramón Blanco recuerda que su padre, Juan Ramón Blanco, y sus tíos Pepe, Paulino e Higinio Blanco salieron de Naviego hacia Madrid sin nada. Comenzaron con una carnicería y luego regentaron una tienda de ultramarinos hasta que, por fin, apostaron por la cafetería, después de que dos de los hermanos estuviesen años trabajando en Guinea. "La ilusión de mi padres siempre fue que todos los hermanos estuvieran unidos y hacer algo juntos, y les convencieron para montar una cafetería y dejar la tienda, en busca de la modernidad de aquellos tiempos en los que comenzaba a llegar la influencia estadounidense", explica Blanco. De hecho, buscar un nombre americano respondía a esa influencia que estaban ejerciendo en la sociedad española el cine y el asentamiento de las bases americanas.

La cafetería logró hacerse un hueco en la hostelería madrileña, hasta el punto de que llegó a tener seis establecimientos. Su fama también se extendía a Cangas del Narcea. Por estos establecimientos pasaron muchos vecinos cangueses emigrados como trabajadores, y también otros que iban simplemente de visita. "No había cangués que no pasará por allí, era otra forma de tener noticias del pueblo cuando apenas había teléfono fijo", señala.

El cambio en los modelos de consumo actuales, con presencia del autoservicio y con la atención rápida, ha hecho que Nebraska, con amplios locales dotados de numeroso personal, no pudiese seguir avanzando y sus propietarios decidieran vender los locales. Sin embargo, el interés que suscitaban los productos que se vendían en las cafeterías, como los perritos y las tortitas, abrieron la posibilidad de mantener viva la creación de los cuatro hermanos naviegos con una puesta en escena muy diferente a la planteada por ellos más de 60 años después.

"Tuvimos ayuda de otro cangués, Francisco Prieto, que nos animó a continuar y comprar el logotipo de las cafeterías, para finalmente convertirnos en proveedores de sus dos productos estrella", desgrana José Ramón Blanco. El 4 de septiembre será cuando en Madrid se puedan volver a comer los perritos calientes y las tortitas Nebraska, que "son un auténtico símbolo en la capital; de hecho, desde que cerramos recibimos multitud de correos pidiéndonos la fórmula de la mostaza", destaca Blanco. Será en un local de la Puerta del Sol donde se comenzarán a vender de nuevo, con la idea de extenderlo a más establecimientos hosteleros y cadenas alimenticias y, si funciona, el objetivo es crear pequeños establecimientos en forma de franquicia basados en esos productos. "Nuestro plan es poder volver a recoger a los empleados que tuvimos en las cafeterías para darles la oportunidad de vender nuestros productos, sea en sus propios locales o, si llegamos a tener franquicias, en ellas".

En su casa de Leitariegos, José Ramón Blanco guarda los escudos, cuadros e incluso tazas de la cafetería para preservar el recuerdo de una época de esplendor de la empresa familiar, que ahora pretenden reflotar con un proyecto sencillo que esperan que vuelva a calar en los madrileños y visitantes. Sus afamados perritos calientes y tortitas son el reclamo.

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