Un hombre con una voluntad de hierro y un tesón fuera de lo normal, castropolense hasta la médula, cercano, entregado y generoso. Es la semblanza que amigos, compañeros y vecinos dibujaron de Luis Legaspi. El que fuera durante décadas corazón de las misiones asturianas en África y en América, fallecido el pasado mes de abril a los 93 años de edad, recibió ayer en su villa natal un sentido homenaje en forma de recuerdo. Allí se instó, además, a que se "espiguen" todos los escritos que dejó para elaborar "las memorias que se merece".

La Fundación Ría del Eo, que el propio Legaspi fundó e impulsó, fue la encargada de organizar los actos, que incluyeron una misa en la iglesia parroquial, el descubrimiento de una placa en su casa natal, en la calle Penzol Lavandera, y una mesa redonda, en la que hablaron de sus recuerdos y anécdotas amigos del misionero, como el exalcalde de Oviedo Antonio Masip, el exdirector de la Real Academia de la Lengua Víctor García de la Concha y el párroco de San Pedro en Gijón, Javier Gómez Cuesta.

"Legaspi fue el gran promotor de la conciencia misionera en Asturias", señaló García de la Concha, quien lo recordó conduciendo un "dos caballos", "con su particular manera de interpretar las normas del tráfico", recorriendo toda la región, repartiendo películas y periódicos para difundir la labor de las misiones.

Víctor García de la Concha, que pasó varios años de su infancia en Castropol, donde su padre era juez, evocó los tiempos en los que Legaspi se empeñó en hacerle navegar y bucear por la ría del Eo. "Tenía un tesón enorme. Lograba aquello que se proponía. Y al final de su vida, lo consiguió: que la Iglesia se abriese y navegase", en referencia a las misiones que dirigió en Burundi, Benin, Guatemala y Ecuador. Era, remató García de la Concha, "un castropolense de cuerpo y alma".

"Más que castropolense, él prefería el término 'castropolino'", terció Antonio Masip, que recuerda al misionero como "una persona singular". "Nos reuníamos en circunstancias especiales: en las elecciones. Yo era interventor en su mesa electoral, y él siempre era el primer votante de la jornada. Después nos íbamos a tomar un café", relató el exalcalde de Oviedo. Masip fue quien instó a la Fundación Ría del Eo a "espigar" en todos los documentos del que fuera director del seminario diocesano de Misiones para elaborar sus memorias.

Quien aportó una visión cercana de su labor clerical fue el párroco gijonés Javier Gómez Cuesta, que lo evocó "cercano y entregado a las misiones y a las personas que lo rodeaban", y como "un hombre culto que leía mucho". No en vano, en su despacho de la plaza Porlier de Oviedo había "de todo", sobremanera libros, folletos y documentos. Gómez Cuesta compartió viajes con Legaspi, del que aseguró "siempre tenía un conocido en cualquier lugar del mundo y solucionaba todos los problemas; daba gusto viajar con él". "Su parroquia era el mundo entero", añadió.

El sacerdote desveló cómo, días antes de su fallecimiento, Legaspi se despidió de sus allegados: "A todos digo adiós menos a Dios", escribió. Y cuál era su deseo, que finalmente no se vio cumplido: "Tenía intención de crear en Quirós una institución misionera, un lugar para orar y para que los misioneros se preparasen allí para el desempeño de su labor", explicó.

Finalmente, por parte de la fundación que el propio Legaspi auspició, su presidente, Félix Caicoya, reconoció la facultad del misionero de "decir la verdad, aunque fuera dura, de una forma agradable", y su generosidad. El religioso donó todos sus libros a la biblioteca Menéndez Pelayo, y sus posesiones, a la fundación. "Velaremos por su legado y su memoria", afirmó Caicoya.