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Oviñana arropa a la hostelera Mari Cruz Gutiérrez en su adiós tras 36 años de trabajo

"Me quedo con lo mejor", señala la mujer, que lo deja por la artrosis y ayer ofreció una espicha de despedida a vecinos y amigos

"Cruci", con el regalo de la asociación de turismo de Oviñana y en la entrada a su negocio, que hoy ya estará cerrado. A. M. SERRANO

La artrosis alejó para siempre a Mari Cruz Gutiérrez de la cocina del restaurante (El Café de Cruci) que levantó con tanto esfuerzo. Esta vecina de Oviñana tiene 60 años, aún lejos de la jubilación, pero ha decidido echar el cierre de su negocio. "Hace dos meses me di cuenta de que no podía más, de que las manos ya no me respondían", cuenta. Tomar la decisión no fue fácil. Mari Cruz Gutiérrez, "Cruci" para unos y "Crucita" para otros, empezó a trabajar muy joven en la hostelería. Fue camarera durante diez años en un bar de la localidad. Su padre, marinero de oficio, recibió como herencia un bar de Oviñana nacido en 1936 y entonces "Cruci" inició la aventura de su vida. Fue en 1981. "Entonces daba tapas y poco más", recuerda.

Once años después amplió el comedor porque los fogones y la empresa se le daban bien. "Crucita" sabía organizarse, cocinar con amor y dar lo mejor a su clientes cada día "sin perder la ilusión". En los últimos años ha vivido buenos y malos momentos. "Me quedo con lo mejor", dice. "Y lo o mejor de esta profesión es ver a los comensales satisfechos, disfrutando de un buen plato y volviendo a tu negocio", añade.

El día a día de "Cruci" no ha sido fácil. La propietaria y cocinera elaboraba tres menús. El sábado abrió por última vez las puertas y dio de comer a 60 personas. "Tienes que organizarte bien, tener constancia y dirigir a un equipo de la mejor manera posible; sin trabajo no hay recompensa", dice.

Ayer, muchos vecinos se acercaron para disfrutar por última vez de la cocina de Mari Cruz Gutiérrez. "Por fin te veo sentada", le dijo uno de sus amigos. José González, otro comensal fiel a los platos de la mujer destacó su buen hacer en la cocina, pero también "el ambiente familiar" que siempre procuró. Ella, que no tiene hijos, le da las gracias a su marido, José Ponce, quien la animó a dejar el restaurante para poder descansar. "Viviremos con una pensión y con lo que dé el alojamiento, sin lujos, pero cuidándonos", dice. La asociación de turismo de Oviñana no quiso perderse la despedida de las primera socia que causa baja desde el nacimiento del colectivo. Le regalaron una réplica de un barco y todo su apoyo.

"Seguiré con el alojamiento que tengo porque debo cotizar hasta los 66 años", cuenta la mujer, que ayer organizó una espicha gratuita para vecinos y asiduos a su cocina. Muchos la despidieron con aplausos.

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