Josefina Fernández lee un extracto de "El Camino", de Miguel Delibes, a los escolares de Castropol. Ella es maestra jubilada, y la joven audiencia le presta total atención. Después, relata su experiencia vital: "Yo, con vuestra edad, a los diez años, me subía con una maleta en el Alsa y me iba a Oviedo para estudiar; eran cuatro horas de viaje". Algo impensable hoy en día.
Por fortuna, las comunicaciones y los medios de que disponen los docentes han evolucionado. Ayer, este avance se puso de manifiesto en Castropol, donde maestros ya jubilados contaron cuentos y relatos a los alumnos del centro "La Paloma", en colaboración con la biblioteca Menéndez Pelayo.
"Antes era muy distinto, no teníamos los medios que hay ahora, sobre todo en lo referente a las nuevas tecnologías, que son un gran apoyo", subraya Fernández, que dio clase en "La Paloma" durante 32 años. Considera que "los niños también eran muy distintos", y que ahora existen "más oportunidades que nunca" para su formación.
En la misma línea se expresa Puri Montero, que educó a generaciones de castropolenses durante los 35 años que dio clase en la localidad. El cambio en cuanto a medios es abismal: "Cuando comencé, en una aldea de Lugo, el encerado eran tres tablones. En mi último año de maestra, utilizábamos pizarras digitales y ordenadores", reseña. No obstante, asegura, hay cosas que no cambian: "Lo esencial es que la clase sea creativa e imaginativa. Al resto de cosas uno se puede adaptar", afirma.
Durante la jornada, otros maestros y maestras, como Juan José García o Conchita García, además de leer relatos se explicaron aspectos de la vida de antaño, y se desarrollaron talleres con juegos tradicionales. El objetivo de todo ello es dar impulso al programa de animación a la lectura implantado en el centro con apoyo de la biblioteca. Cada alumno, desde Infantil hasta cuarto de Primaria, tiene un padrino o madrino de lectura en el tercer ciclo, para incentivar este hábito.
