Un defensa de raza, futbolero hasta la médula, acérrimo seguidor del Barcelona, pero, sobre todo, "una persona fabulosa" dentro y fuera de los terrenos de juego. Así recuerdan sus amigos y compañeros de vestuario a Pedro Pérez Fernández, más conocido en el ámbito futbolístico por su apodo "Machaquito", fallecido el pasado 12 de febrero a los 85 años de edad. En su dilatada carrera fue jugador del Luarca y del Navia en Tercera División, entrenador de varios clubes de la comarca y profesor de Educación Física en centros del entorno, como el Santo Domingo naviego.

Ayer, Navia le prestó una emotiva despedida en su funeral, cita a la que acudieron sus compañeros, pero también algunos de los deportistas a los que entrenó o dio clase a lo largo de su vida, arropando a su familia. Natural de Luarca, Pedro Pérez se trasladó al concejo naviego al contraer matrimonio, y tenía una hija.

"Machaquito" inició su trayectoria deportiva en el conjunto valdesano, donde disputó un buen número de temporadas, en los años cincuenta. Lo recuerda a la perfección su compañero durante dieciséis años Jesús Luiña. "Era un fenómeno como persona, y como jugador también era muy bueno. Era defensa derecho, aunque también jugó muchas veces como central", rememora Luiña, que explica que el curioso apodo por el que era conocido le venía de familia: "Le llamaban así al padre, y le quedó este nombre para toda la vida. Era un mítico de aquel fútbol asturiano".

Después de Luarca, Pedro Pérez jugaría algunas temporadas en las cuencas mineras, en Langreo y La Felguera, antes de regresar al Occidente, en este caso a Navia, donde después de jugador fue entrenador, y también formó parte del cuerpo directivo. Era frecuente verlo en el campo de El Pardo.

Manuel Luis González, socio, seguidor y expresidente de la entidad naviega, formó parte de uno de los equipos juveniles del club rojiblanco dirigidos por "Machaquito". "Era un hombre muy meticuloso. Le gustaba jugar con la táctica deportiva, cuando en aquella época cada uno jugaba por libre. Era un adelantado a su tiempo", señala.

Algunos allegados recuerdan aún hoy alguna de sus acciones en el terreno de juego, mostrando siempre una actitud "muy aguerrida" y "sin intimidarse ante nadie", lo que le granjeó el aprecio de los aficionados. Su carrera y su forma de ser le hizo merecedor, en 2012, de la insignia de oro de la Hermandad de exjugadores y exdirectivos del Luarca.