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Boal, escuela de lo sostenible

"La gente busca soluciones imaginativas y liberar sentimientos", afirman los promotores del "laboratorio" local de agroecología

Uno de los cursos celebrados en La Cabana. G. GARCÍA

Una sencilla señal de madera a orillas de la enrevesada AS-12, la carretera que vertebra la cuenca del Navia, indica el camino de acceso a La Cabana. Este antiguo caserío, ubicado a cinco kilómetros de Boal, es el "laboratorio de vida global" que atrae anualmente a más de ciento cincuenta personas de todos los puntos del país, pero también de otros países y continentes. Llegan hasta aquí buscando soluciones, respuestas y formación en aspectos como agricultura orgánica, permacultura o ganadería integrativa. Son conceptos quizás poco conocidos para el gran público, pero que resultan atractivos para una corriente silenciosa y cada vez más amplia de personas que buscan un cambio en su vida, hacia lo sencillo, lo natural y lo sostenible. Agrhumus es el guía de esa transición.

Agrhumus es el nombre del proyecto de agroecología fundado por Tato Peña y Patricia Cabana y al que se ha unido, el mes de septiembre del pasado año, Markos Gamboa. Juntos forman un equipo multidisciplinar, con décadas de experiencia en materias como pueden ser el desarrollo rural, los sistemas integrados, la agricultura orgánica o la permacultura. Pero, ¿de qué se trata? "La permacultura es un todo, es una visión integral, que incluye la vida, la casa, la familia, el cultivo, los alimentos, su procesado, el paisaje, la salud, la educación. Es una herramienta de transformación social tremenda. Es una filosofía global, no muy distinta a lo que hacían nuestros abuelos, pero actualizada con los nuevas técnicas y conocimientos", explica Tato Peña.

El cuidado de la tierra y de las personas y un reparto justo son los principios que rigen esta visión, que se concreta, por ejemplo, en el cultivo sin productos químicos, el fomento de la biodiversidad o la reutilización de los residuos en el proceso. Nada se desecha. También se busca la sencillez y la eficiencia, y se fomenta el uso de materiales propios. Con esta filosofía "integradora", Tato Peña y Patricia Cabana se instalaron en Boal en 2014, procedentes de Barcelona, para convertir en realidad toda la teoría y mostrar que es posible elegir y disfrutar plenamente otra vida. "Era el caserío de mis abuelos, que llevaba más de veinte años abandonado, en el que hemos trabajado estos últimos años", apunta Patricia Cabana.

En La Cabana disponen de una finca de diez hectáreas, dominada por una masa forestal de la que todo se aprovecha y que cuenta con varios edificios en proceso de restauración, además de una pequeña pradera. Gracias a Agrhumus, ahora alberga un bosque comestible con más de 300 variedades de frutales, hortalizas, plantas medicinales, frutos silvestres y plantas acuáticas, además de una huerta orgánica que surte de alimentos a personas y animales. Porque también hay gallinas y una cabra, y se explora la opción de introducir ejemplares de gocho asturcelta, todo se ha ido implementando "de forma gradual y lógica". Un microclima favorecido por el paso cercano del Navia y el agua procedente de manantiales convierten al lugar en el espacio "ideal" para el proyecto, según sus impulsores.

Los comienzos, reconocen, fueron difíciles. "Al principio, tras crear el huerto, estuvimos a punto de irnos; no había nada, ni gente ni ideas, y en la zona no se consumía lo que producíamos", recuerda Peña. Sin embargo, la difusión a través de las redes sociales de su labor y de sus avances sobre el terreno fueron sumando adeptos, hasta que todo desembocó en el primer curso, que, afirman, "fue un éxito".

Desde entonces, la demanda de este tipo de formación ha ido en ascenso: "Hay un montón de gente interesada, con la mente abierta, que necesitaba cosas así. Aquí, además de aprender técnicas, las personas vienen a vivir, a experimentarlo; buscan soluciones imaginativas, creativas, y de paso liberan emociones y sentimientos, que son instintos humanos que se recuperan", apunta convencido Tato Peña.

Así, en este rincón de Boal se puede aprender, si se presta atención, a cosechar mediante el sistema de terrazas, a crear un botiquín natural con jarabes, pomadas y ungüentos a base de plantas, a poner en práctica un control biológico que evite el uso de fitosanitarios químicos o a conservar de forma natural los alimentos. También a reutilizar los excrementos como fertilizantes o a establecer sistemas de pastoreo que mejoren el bienestar animal. "Es una visión integradora, holística". Su éxito es tal que deben repetir las sesiones, normalmente de un fin de semana de duración, porque se completan a las pocas horas. Las plazas son limitadas, y la demanda, elevada. Llegan solicitudes desde Extremadura, País Vasco, Madrid o Andalucía, y sólo un veinte por ciento de los participantes son asturianos, un dato "que debe hacer pensar sobre por qué se valora fuera y no aquí".

El auge de este tipo de sesiones, argumenta Markos Gamboa, procede de que se ha vivido "una crisis de crisis", que va más allá de lo económico: "Ha afectado a la inversión, pero también a la imaginación y a las ganas de emprender. Es necesario crear empleo de lunes a viernes, que las zonas rurales no se conviertan en zonas sólo de turismo, y hay que decir que se puede vivir en el medio rural, aunque hay que cambiar el modelo. Estamos viendo que hay un despertar, aún minoritario y silencioso, pero importante, en ese sentido", añade.

La Cabana triunfa, asegura Patricia, porque se trata de "un modelo replicable y escalable", adaptado a cualquier situación y cualquier ámbito. Y porque aquí "se vive, se ve que es real, y se crea ilusión. Se ayuda a dar ese paso definitivo que en muchas ocasiones puede resultar complicado", dice. La permacultura puede darse en el medio rural, con mayor o menor terreno, pero también en las ciudades. "No se necesita un mega proyecto, sino pequeños proyectos que funcionen", subraya la cofundadora.

No en vano, existe vida para Aghumus más allá de los límites del municipio boalés. El equipo ofrece asesoramiento continuo en este "tránsito" hacia la permacultura para generar un efecto multiplicador, y que muchos en muchos lugares puedan implementar su propio proyecto. En Asturias, imparten cursos en La Laboral de Gijón sobre gestión del agua, nutrición, sanidad animal, construcción de infraestructuras, bioconstrucción y apicultura. También llevan su formación a cualquier espacio que muestre interés, a lo largo de todo el país. Como expone Tato Peña, el objetivo va más allá de concebir un plan para una pequeña finca en un valle boalés: "No estamos desarrollando un único ecosistema. Buscamos que lo que hacemos sea una herramienta de transformación social, que llegue a todos y que realmente se muestre la permacultura como algo productivo, porque lo es", sentencia.

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