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Cien invitados para los 100 de Valentín

Valentín Cabo exhibe una asombrosa memoria para recordar sus muchas vivencias en su siglo de vida, que celebró en Tueres con amigos y familia

Valentín Cabo con la tarta de cumpleaños. REPRODUCCIÓN DE D. Á.

Valentín Cabo Merás, vecino de Tueres (Tineo), supera ya el siglo de vida: el 11 de febrero celebró cien años de vivencias y de recuerdos que se le agolpan en su cabeza cuando quiere recurrir a ellos. No obstante, sabe escogerlos y siempre busca los que le dejan una sonrisa en la cara, las anécdotas vividas y los buenos momentos, a pesar de que le tocó vivir los años de oscuridad que provoca pasar por una guerra, así como importantes pérdidas familiares.

Pasó la recta final de la Guerra Civil en el frente, aunque antes no le había sido ajena, ya que muy cerca, en el pueblo de Merillés, estuvo instalado un acuartelamiento durante unos meses. Recuerda que un día llegaron a su casa para reclamarlo. Se mira las manos, para señalar a su mano izquierda en la que tiene amputado un trozo del dedo índice y dice: "Si hubiese sido en la mano derecha no me habrían cogido". Recuerda el hambre y las penurias que le tocó pasar, incluso la sarna. Había sido reclutado por el bando franquista y formó parte de un batallón de reserva de los Flechas Negras, que tenían al mando a oficiales italianos, lo que le llevó a visitar varias ciudades de Italia. Al finalizar la guerra, su madre solicitó su vuelta a casa, donde había dejado a su abuela, a su madre y a su hermana.

Comenzó su vida en Tueres, de donde nunca quiso volver a desvincularse. Se casó a los cinco años de volver de la guerra con Quintina Martínez, de Tuña. Trabajó en la labranza y también a jornal en la construcción de la central térmica de Soto de la Barca y a pesar de que su mujer emigró una temporada a Bélgica, junto a la única hija del matrimonio, él no quiso irse. "No me atraía y en casa estaba mi madre sola, así que volvieron por mi culpa", confiesa.

El fallecimiento de su hija, en un accidente de tractor hace casi 30 años, ha sido el peor momento de su larga vida. A su mente le cuesta volver a este episodio por el dolor que aún le provoca. Prefiere recordar que tiene tres nietas y dos bisnietos, o hablar de la unión que existía antes en los pueblos, las fiestas que se celebraban y a las que acudía andando y los carnavales que inundaban las casas de jolgorio. Una alegría y una unión que sus familiares quisieron recrear para él en una fiesta para celebrar un cumpleaños tan señalado. En ella se juntaron hasta un centenar de personas, entre ellos familia, amigos y vecinos.

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