Ni la tormenta perfecta frenaría al Nazareno de Luarca. La capital de Valdés se echó a la calle para presenciar una de las grandes procesiones de la Semana Santa local, en la que los fieles y los turistas disfrutan este año mirando al cielo por aquello del riesgo de lluvia.

Los que conocen bien esta celebración saben qué respuesta tiene la pregunta que ayer por la tarde, en Luarca, no paró de repetirse: ¿Sale el Nazareno? "Salimos sí o sí. No hay tormenta que nos pare", dicen con aplomo los hombres del trono, los mismos que organizan la Semana Santa de la villa y los mismos que portean en los recorridos a las imágenes religiosas.

En los escritos que conserva la Real Hermandad del Nazareno de Luarca hay una frase que resume muy bien qué pasa en la capital de Valdés cada Jueves Santo. En la Villa Blanca de la Costa Verde se celebra "una sola asamblea en torno un solo altar". El Nazareno llena a su paso las calles de gente y, también, de silencio.

A las 21.30 horas, la procesión inició puntual su recorrido. Sonó el tambor y la corneta. Fue la llamada de atención: algo importante estaba a punto de empezar en Luarca. Salieron primero las cruces de las familias, los niños y niñas con las insignias y el estandarte de la Real Hermandad protegido con un plástico por la intensa lluvia. Después, lo hizo el gran protagonista, el Nazareno, protegido también por un chubasquero, arropado por la multitud y porteado por 16 hombres. A su paso, llegó el silencio.

La banda de música "La Lira" de Luarca, dirigida para la ocasión por Covadonga Alonso, interpretó el himno de España a la salida de la talla de la iglesia. La agrupación acompaña al Nazareno de Luarca desde su fundación, en 1889, según los textos de la Real Hermandad. Ayer no pudo continuar con el repertorio perfectamente ensayado ("El Último Adiós", "Piedad", "El Cristo de la Lanzada", "Mektub", "Jerusalén", "Soledad Moreno", "Mater Mea", "Caridad del Guadalquivir", "Azahar de San Gonzalo" y "Perdónalos") por la lluvia.

"No hay otra imagen como esta", exclamó Paloma Fernández, con un cirio en una mano, un paraguas en la otra y con ojos de preocupación. Muchos viven este recorrido intensamente, pensando en una promesa. La procesión ya no deja las imágenes de entrega de antaño (sólo una persona fue descalza por su ofrecimiento al Nazareno), pero no por ello deja de ser intensa. Algunos lloran de la emoción. Otros piden silencio a los pocos que rompen con esta forma de respeto hecha tradición. Cesa la música en los bares y establecimientos al paso de la talla y sólo los flashes de las miles de cámaras de fotos de los fieles y turistas rompen por instantes con la solemnidad del momento. "Es emocionante, esto sólo pasa una vez al año y hay que disfrutarlo", confesó María Ángeles Fernández.

La talla llegó a la capilla de La Atalaya más rápido de lo habitual por la lluvia. Hoy, Viernes Santo, continúa el programa religioso. A las 20.30 horas está prevista la procesión del Santo Entierro. La imagen del Cristo Yacente no puede mojarse, razón por la que la Real Hermandad se reserva al derecho a cancelar la salida. Mañana (Sábado Santo) la procesión de La Soledad saldrá a las 7.30 horas. Los porteadores llevan las imágenes de la Verónica, la Dolorosa y San Juan de vuelta a la capilla de La Atalaya. A las 22.30 horas está programada la salida del Cristo Resucitado, que recorrerá la calle Caleros, por el barrio de la Pescadería.