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El habla de Cudillero, la Sorbona y las bromas de "The Times"

A vueltas con el pixuatu, confundido con una lengua nórdica

El "Times" de Londres, como el del otro lado de Atlántico, hubo un tiempo en que fue el sumun de los medios de comunicación. Sin embargo, recientemente nos ha sorprendido con una publicación, citando a Cudillero en una mezcla confusa de información y publirreportaje, hoy tan en boga, pero que oculta su intención o propósito tras comentarios, digamos, bonitos. Tiene, todo el mundo, derecho a vender su afán, pero no a confundir a la buena gente, pues siendo muy lícito, y más en ciertas épocas del año, promocionar la industria del turismo con las bellezas locales –de modo sostenible o limpio, claro– sin embargo es menester hacerlo con un mínimo de rigor, y más, llamándose "The Times".

Y lo decimos, todavía incrédulos, a la vista de los desatinos que adornan el susodicho reportaje, lo cual, a menos que no sea una provocación deliberada, es de una estupidez innecesaria, a fuer de buscar algún éxito comercial disparatando sobre alguna cercanía lingüística entre el lenguaje pixuatu y el nórdico, o con la protección de la cultura propia de las gentes de las segundas residencias (lo que constituye un misterio que suponemos ocurrirá en la mente del autor). Y, ya en el delirium tremens, confundir el mito de los cuervos que inspiraron al buen caballero praviano, a vadear el Nalón tras infieles sarracenos, valiéndole la concesión real de pintarlos en sus armas con el sentido dual de los cuervos de Odín en las mitologías escandinavas o germánicas, lo que es digno de un Borges. No, no es propio de un medio de antañón prestigio como "The Times".

Así que, hoy, además de enmendarle la plana al mismísimo "Times", se trata de desenmascarar de una vez semejantes delirios fantasiosos sobre lo que hablamos o no hablamos en Cudillero, que si no se atajan acabarán por asimilar a nuestro pueblo con alguna de esas leyendas tan fuera de la realidad como un Camelot.

Uno de tales delirios –no menor– trata de la publicación de mamotretos para venderlos como diccionarios del pixuatu. Se trate de ambición intelectual –es un decir– o de codicia material, tanto da, lo cierto es que no se cumple el requisito más elemental: un diccionario, necesariamente, lo es de una lengua (o idioma).

De manera que la lengua, como la Academia o el mismo diccionario forma parte de esas instituciones propias que, naturalmente, el pixuatu nunca tendría. Aunque haya vocabularios, léxicos, etcétera, nunca serán diccionarios, como las hablas, los dialectos o las jergas nunca serán lenguas.

El semiólogo Barthes nos dejó dicho que una cosa es el habla y otra la lengua; de manera que, una lengua es una norma (conjunto de reglas) que seguimos cuando hablamos, que no es lo mismo.

En definitiva, una fala, una jerga o forma de hablar no pueden tener diccionario, que es cosa de las lenguas (mayores, y con todas sus instituciones). Sin atajos.

Es preciso concluir que el torpe intento del diccionario susodicho, acaba todavía peor: se dedica a recoger palabras de aquí y de allá, de cualquier manera: verbos conjugados o infinitivos, pronominales, sintagmas, partículas, géneros, castellanas, bables, pixuatas, o invenciones varias, ajeno por entero a las reglas estrictas de un diccionario, para acabar en algo parecido a una zarzuela, aún sin mariscos…

Así que, lo que puede empeorar, empeora, que diría el tal Murphy, porque se confunde en ese batiburrillo, lo que hablamos y lo que ya no hablamos, lo que es pixuatu y lo que no lo es. Según algún estudio del contenido de las Amuravelas (el conocido pregón festivo) publicadas desde 1947, además de algunos relatos, poemas o coplas en nuestro habla, quedarían, escasamente en cuatrocientas palabras raíz, las de genuino o auténtico pixuatu. Es decir, las que no son usadas en otros bables. El resto sí son usadas en otros bables en partes de Asturias, León, o incluso son castellanas. Así que no son pixuatas, aunque estén en la Amuravela.

Nuestra fala –una variante que ya no alcanzan a dominar, que es distinto de mal usar–, siquiera, una docena de personas, solo era una versión antigua del bable, que ensimismada o aislada en la marina del Cudillero, abajo de la Cai, fue dejando de hablarse desde mediados del siglo pasado, de manera que, ya solo van quedando rastros aislados, especialmente, en la entonación de las preguntas y respuestas o, en menor medida, en la pronunciación y en el vocabulario. Incluso, los tan traídos diptongos /ia/ y /ua/ resultantes de la pronunciación de las letras latinas /E/ y /O/, y que llamaron la atención de los lingüistas. Hoy, casi todos los pixuatus, ya los pronunciamos /ie/ y /ue/, como los demás astures o castellanos (piadra > piedra; tuartu > tuertu: del latín petra y tortu). No, desde mediados del siglo pasado, lo que hablamos en Cudillero, en la Cai y en la Marina es un mal castellano, digan lo que digan en la tele o en el "Times".

No son opiniones baladíes, les guste a nuestros berzales (esos fanáticos de lo lingüístico y lo identitario,) o no. Es lo que dicen en la Sorbona desde hace más de medio siglo, como recoge el trabajo de fin de carrera de Bernadette Paringaux (Amuravela de oro 2019), "Le Parler de Cudillero", dirigido por un patrón de la lingüística europea, André Martinet. Por cierto, con criterios y fonología compartidos con Emilio Alarcos. Hay más argumentos de autoridad (en Menéndez Pidal, Rodríguez Castellano, etcétera), pero ya no parecen necesarios.

Grave responsabilidad, pues, la de difundir los referidos infundios, jaleados en algunos medios de nuestra región, y con más frecuencia de lo que cabría esperar: porque engañan la buena fe, aprovechando el clima propicio de políticas empecinadas en agitar, decíamos, lo lingüístico y lo identitario y demás artefactos placebo de la larga crisis estructural que padece Asturias. Pero ese es otro problema marco que hoy no toca.

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