Ya he visto La embajada, que estrenó anoche Antena 3 después de promocionarla en sus programas con pequeños avances. Vi La embajada la noche que se pasó en el teatro Circo de Albacete como colofón de la edición de primavera del FesTVal. El teatro, lleno. Ni un hueco.

Los protagonistas, sobre el escenario. De Belén Rueda a Alicia Borrachero, de Abel Folk a Maxi Iglesias, entrando en una madurez espléndida y bella. La productora, Bambú, que tantos buenos trabajos realiza para la cadena. La embajada es la embajada española en Bangkok, capital de Tailandia. Un nido de corruptelas donde la superficie del río tapa la podredumbre que corre a unos centímetros más abajo.

En ella vemos a una espléndida Belén Rueda, esposa del embajador, y a un espléndido Abel Folk, el embajador. La historia arranca con la detención del embajador. Y con el conflicto amoroso que se establece en los principales personajes, la mayoría tocados por la pulga jodida de la ambición humana sin medida.

El primer capítulo a veces es una exhibición de tópicos sin sorpresa, incluso hay momentos en que nada de lo que pasa te resulta atractivo. Pero el trabajo es notable, y apunta maneras. No, no esperen el brío y la reflexión en torno al poder, la política y la corrupción de House of cards, no va por ahí esta ficción -¿será un culebrón?-. Pero tampoco es un producto de segunda.

Vi el estreno sentado detrás de un grupito de críticos de televisión que van de divinos, esos que ríen con ostentación para demostrar su desprecio por lo que ven. Patéticos. Vean La embajada, por ahora los lunes, enfrentada a Bertín-anoche con Agatha Ruiz de la Pava-. Ya me contarán.