Lectura de las nominaciones de los Premios Goya. La cosa no tiene ciencia. Un actor y una actriz de moda suben al atril y se disponen a leer los títulos y los nombres de los afortunados. Son 28 sobres. Alternativamente, cada uno de ellos abrirá 14 sobres e irá enumerando candidatos. Pues bien, ¿me creen si les digo que no ha habido año en el que alguno de los intervinientes se haya enganchado a la hora de leer en voz alta según qué nombres y según qué títulos? Y no sólo una vez. Muchas. Repasen el momento. Recuperen las lecturas de los últimos años que todavía se pueden recuperar con facilidad en Internet y verán que no falla.

La risita, el titubeo, y la incapacidad de pronunciar una serie de títulos y candidatos consecutivos sin errar el tiro en alguno. No cito nombres por educación. Y eso que se trata de su ámbito de trabajo. De leer títulos de películas y citar a gentes del cine. No es que dos actores se enfrenten al listado de los candidatos a los Nobel de Química. Presentan a sus compañeros, los títulos de los mejores trabajos de la temporada. De ahí que resulte chocante referirse a Pablo Berger como si se escribiera "beryer" o al músico Pascal Gaigné como Pascal "guén".

Que leer en público no es fácil lo sabe cualquiera que se haya expuesto a esta experiencia. Lo chocante es que unos profesionales acostumbrados a lidiar con espectadores se muestren tan vulnerables en ocasiones como la reseñada. Que, insisto, no es excepcional. Suele suceder cada vez que alguien se enfrenta a un folio y a un micrófono. Leer un párrafo completo sin engancharse una sola vez es privilegio de muy pocos, sean o no artistas. He aquí una de las grandes asignaturas pendientes en España.