Representantes socialistas asturianos en Madrid se manifestaron con su voto en contra de que se incrementase la subvención estatal para la ópera de Oviedo. Están de enhorabuena. Acaban de refrescarnos la memoria, haciendo recordar lo que aconteció años ha en el Parlamento español con respecto a la variante de Pajares. Se opta por la sumisión al Gobierno de Madrid siempre que sea del PSOE. Es fantástico. Si no había dudas acerca de las muchas bazas que tenía a su favor Gabino de Lorenzo para volver a alcanzar la Alcaldía de Oviedo, ahora las certezas son aún mayores. La capacidad que muestran los socialistas asturianos para subir el listón del asombro es ilimitada.

Cierto es que la ópera no supone, ni mucho menos, el mayor problema de Oviedo. No es menos indiscutible que se trata de un acontecimiento cultural importante que cada vez interesa a más público. Y, sin embargo, hay un guión que parece cumplirse, que no es de menor gravedad que la subordinación a Madrid. Se trata del mantenimiento de prejuicios rancios y de complejos rayanos en la estupidez. Me gustaría saber si para muchos socialistas astures, para don «Castelarino» Suárez, por ejemplo, la ópera de Oviedo sigue siendo un acontecimiento social en el que sobresale sobre todo la puesta de largo de muchas gentes que lucen modelos y joyas a la entrada del Campoamor. Y no ven la grandeza artística de la mayoría de las obras que se escenifican. De lo que se trata es de que las ayudas públicas permitan al gran público acceder a esas representaciones de cuya relevancia estética pocas reservas se pueden argüir.

¿Se imaginan ustedes una rueda de prensa dada conjuntamente por la ministra de Cultura y por la candidata socialista a la Alcaldía de Oviedo en la que se hablase del incremento presupuestario para la temporada de ópera de nuestra heroica ciudad? Han perdido una baza importante por su torpeza.

Pero, más allá de lo que acaba de suceder, y sin ánimo de dramatismos que no vienen al caso, la FSA es, además de otras cosas, un problema para Asturias. Así, su secretario general manifestó no hace mucho la inquietud que le causaba la posibilidad de que pudiera formarse en esta tierra un partido nacionalista al abrigo de la cuestión lingüística. La verdad es que, en el panorama más inmediato, no se ve que tal desvelo cobre visos de llevarse a cabo. Ahora bien, si no se asienta un partido nacionalista en Asturias no será porque la FSA no abone el terreno para ello.

De un lado está su pleitesía a Ferraz. En su momento, Ibarra y Bono se opusieron a decisiones gubernamentales que, entendían ellos, no eran adecuadas para los intereses de las ciudadanías a las que representaban. ¿Alguna vez ha sucedido esto en Asturias? Ni siquiera serviría como referente aquella huelga general de octubre del 91, puesto que el Gobierno asturiano de entonces no la secundó en modo alguno.

De otro lado se encuentran los viejos prejuicios a los que antes me refería. Vamos a ver. Ni la ópera en Oviedo, ni la cuestión lingüística en Asturias son los asuntos más apremiantes. Aceptado esto, no es menos cierto que el PSOE hasta ahora ha demostrado su absoluta incapacidad para encauzar ambos asuntos, que poco tienen en común en principio, pero que convergen en lo que significa la impedimenta que arrastra la FSA en sus actitudes de viejos prejuicios y hasta de complejos sociológicos que deberían estar más que superados.

Un escote enjoyado de vértigo podría ser la imagen que tienen de la ópera. Las madreñas, que no el tacón de aguja, se correspondería con lo segundo. Ni alta sociedad encopetada. Ni madreñas ni boinas. El ser social mal entendido parece seguir determinando sus conciencias. Si eso no son prejuicios y complejos, que desciendan las criaturas celestiales y que nos arrojen luz sobre el asunto.

La FSA como problema. Todo lo que determine el Gobierno del Madrid, si es del mismo partido, está bien. Votan en contra de algo que en principio sería favorable para los ciudadanos a quienes representan y ni siquiera son capaces de argumentar su sumisión. No saben, no contestan. O, en el mejor de los casos, como hizo don «Castelarino», sólo aciertan a declararse hombres de partido, lo cual muestra a las claras que su «cultura» democrática está muy lejos de ser la óptima.

¿Qué pensará de todo esto don Javier Fernández, que tan preocupado estaba por el Estatuto catalán? ¿Cómo es posible que se las arreglen para favorecer argumentos no menos rancios como el traído llevado «cerco» sobre la capital astur?

Lo dicho. Si aquí no llega a prosperar un partido nacionalista no es porque la FSA no haga todos los esfuerzos para ello.

Así les va. Así nos va.