Aún quedan héroes entre nosotros, protagonistas sin contaminar de la crónica del mundo, supervivientes de las pesadillas de Europa. El comandante Robert (José Alonso) es uno de ellos. Este antiguo combatiente por la liberación de la Francia ocupada es hoy una voz libre frente al olvido, que intenta dar a la España desmemoriada el testimonio de la Historia y del drama del exilio republicano. Su biografía es una nutrida hoja de servicios. La peripecia de su lucha es (podría ser) un excelente guión cinematográfico.

Participó en los cursos de verano de la Universidad de Alcalá de Henares en Llanes en 2002 y en 2004, y descubrimos en él la singularidad de un guerrillero irreductible. Nos pareció entonces que Alonso seguía siendo el joven comunista e idealista que tuvo que salir de su patria en 1939; que llegó a Francia con veinte años; que se incorporó a la Resistencia en 1942, en la región del Loira; que fue detenido dos veces y que se evadió otras tantas; que luego fue enviado al Ariège, a la III Brigada de guerrilleros del maquis, y que en 1944 se convirtió allí en el jefe de Estado Mayor bajo el nombre de «comandante Robert». De todo ello nos relataría un rico anecdotario con la prosa concisa de un parte de guerra (o con la expresividad escueta de una imagen de Capa). Nos contó el episodio de aquel día en que bajó a un pueblo para contactar con uno de sus enlaces. Aguardaba en el andén de la estación para regresar a las proximidades de su cuartel general, tras cumplir una misión, y de pronto oyó que le llamaban: «¡Eh, tú! ¡Acércate!». Era un gendarme, acompañado por un tipo con gabardina negra de cuero y sombrero a lo Klaus Barbie (un miembro de la Gestapo que respondía al estereotipo que da Hollywood de estos siniestros funcionarios alemanes). Alonso se acercó con el corazón en un puño. «¿Eres de por aquí?». «Sí», respondió Alonso, «trabajo en la serrería». «¡A ver, la documentación!». El de la Gestapo no le quitaba ojo. «Escucha», prosiguió el gendarme, «sabemos que los hombres del comandante Robert no andan lejos. Si te enteras de algo, telefonea a la gendarmería en seguida, ¿entendido? Toma mi tarjeta». Alonso asintió y se alejó lentamente. Dobló una esquina y, cuando ya estaba fuera del alcance de la vista de los policías, las rodillas empezaron a golpear una contra otra, como castañuelas. Acababa de pasar uno de los peores momentos de su vida.

Años después, cuando le condecoró con las insignias de oficial de la Legión de Honor, el general Michel Roquejoffre resumiría la carrera militar de Alonso y destacaría especialmente el suceso de la liberación de Foix -«habéis demostrado un coraje y una sangre fría dignos de elogio, ilustrando vuestras cualidades de combatiente y de jefe»- y su papel como presidente, desde 1986, de la Confederación Nacional de Guerrilleros y Resistentes Españoles: «Estáis al servicio de la causa de vuestros compañeros fallecidos en combate, perpetuando su memoria y recordando las razones que les impulsaron a luchar por la liberación de Francia, que entonces sólo era su patria de acogida. Lo hacéis tanto en las manifestaciones conmemorativas como con vuestro testimonio entre los escolares. Os entregáis incansablemente a la defensa de los intereses de los supervivientes y de las viudas de vuestros camaradas».

José Alonso, capitán honorario del Ejército francés y caballero de la Legión de Honor, va a acudir por tercera vez a Llanes. Del 22 al 24 de agosto, será uno de los ponentes del curso «Asturias: memorias de la guerra civil y el exilio (1937-2007)».