Dice el presidente del Senado, Javier Rojo, que la condena a De Juana Chaos por haber publicado dos artículos en «Gara» es «desproporcionada». Lo fue, primero, por blanda, porque resulta escandaloso cumplir apenas dieciocho años de prisión por veinticinco asesinatos: las previsiones entonces del Código Penal eran así, y así se aplicaron. Luego, la otra sentencia, por haber publicado los artículos «amenazantes», resultaba desproporcionada por excesivamente dura (y eso que se desestimó aquella primera petición fiscal de 96 años).

Ya sé que hay algo odioso en todo este proceso en el que un terrorista no arrepentido puede acabar saliendo libre a la calle dejando tras de sí un río de sangre y toneladas de dolor. Y, encima, tras haber chantajeado al Estado con su huelga de hambre. Pero el Estado de derecho es lo que nos hace más grandes, más fuertes, en el fondo, que quienes se creen fuertes porque tienen las pistolas, las bombas y la falta de escrúpulos. Yo no quiero que el demoníaco De Juana Chaos salga de la cárcel en aras de la paz futura merced a algún cambalache político. Quiero que salga de la cárcel en aras de una aplicación del derecho. Que es, también, su derecho, algo que él no aplicó nunca a sus víctimas. Así que, si tiene que salir, que salga, aunque todos volvamos la cabeza cuando pase, el criminal, a nuestro lado.