Las elecciones siempre las pierde el Gobierno, y podría ocurrir: podría ganar Rajoy. Según las últimas encuestas, la estrategia de los «cheques regalo» de Zapatero no está consiguiendo su objetivo. Todo el mundo coincide en que las elecciones del 9 de marzo las va a decidir el voto indeciso; pero a un mes de la cita la danza de los siete velos de los cheques sigue sin convencer: el voto indeciso sigue sin decidirse. En parte es natural, porque los «cheque regalo» electorales son un arma de doble filo. Contentan a quien los recibe, pero agravian a los excluidos. Si tú no prometes 400 euros «a cambio» del voto a nadie, nadie se siente agraviado, pero si sólo se los ofreces a la mitad de los contribuyentes, la otra mitad se pregunta ¿y yo qué?, ¿por qué a mí no?

Con el «cheque alquiler» ocurre lo mismo, si tú no le das subvenciones a nadie para ayudarle a «emanciparse», nadie se enfada porque nadie lo espera. Los tiempos de «papá Estado» son telarañas. Pero en cuanto estableces los límites de la ayuda en cuestión -y en algún sitio hay que fijarlos- aparecen los agraviados. ¿Por qué hasta los 34 años sí, y a partir de los 35 ya no? Apelar a la solidaridad de los ciudadanos yo creo que podría ayudar a paliar estos «daños colaterales». España es un país generoso. Pero lo que está haciendo el Gobierno es alentar nuestro «pecado nacional»: la envidia. En lugar de rectificar, subir más «la apuesta», como ha hecho ya al ampliar los plazos del «cheque bebé», y ha prometido hacer para que los 400 euros lleguen también a los trabajadores autónomos. Lo siguiente podría ser el «cheque alquiler» para que los mayores de 35 puedan encontrar piso. Ahora, sencillamente, los propietarios no se los alquilan porque no llevan aparejada ninguna subvención, aval o desgravación gubernamental. Pero estas dinámicas modelo «Estado providencia» son intrínsecamente perversas: por mucho que se corra la linde, en las nuevas «fronteras» siempre quedarán nuevos damnificados.

¿Por qué «sólo» a los nacidos desde este mes y no el mes anterior, por qué a los asalariados y a los autónomos sí y a los pensionistas y los parados más pobres no? A esto es a lo que me refiero. El negocio, en mi opinión, es ruinoso. Lo único que garantiza es la «enemiga» de los excluidos. Esperar que los beneficiados te voten «por gratitud», pues mire usted, algunos sí, pero la inmensa mayoría... va a ser que no. Eso es lo que están diciendo las encuestas. También dicen que la gran preocupación de la gente es el paro. La solución, coyunturalmente, podría ser, como dice el Gobierno, «la obra pública». Pero ¿es creíble esta promesa? Si Zapatero se gasta el superávit en «regalitos», ¿con qué dinero?