La Casa de Vacas, en el parque del Retiro de Madrid, muestra hasta el 27 de abril bajo el título de «An american vision» («Una visión americana») una muy atractiva exposición de pinturas del artista asturiano Hugo Fontela. Este pintor, de 21 años, confirma con estos trabajos, una vez más, su condición de creador sólido, que une a su precocidad unas aptitudes profesionales talentosas y avanzadas. Conviene remarcar esta advertencia, porque a muchos eruditos a la violeta la formación académica del artista en una escuela periférica, sus incipientes pasos en concursos locales y regionales, sus iniciales exhibiciones en pequeñas galerías y sus primeras ventas a modestos coleccionistas los hicieron pensar que el artista, entonces adolescente, quedaría estancado en una amanerada y obsoleta pintura.

Más tarde otros expertos de pacotilla vieron en la iniciativa del pintor de establecerse con sus propios medios en Nueva York y en su opción de estudiar grabado en The Art Students League un alocado gesto de arrogancia e individualismo del que no saldrían frutos.

El caso es que Fontela obtuvo en 2005, bajo dura pugna, el premio «BMW» de pintura y fue invitado al año siguiente a exponer individualmente, junto al veterano Juan Hidalgo, en la Bienal de Zamora. No faltaron entonces los pontífices de la cultura que, sotto voce, quisieron quitar valor a esos reconocimientos descalificando, en ese caso concreto, los propios eventos o explicándoselos como simples golpes de suerte sin mayor trascendencia.

La continuación de los estudios de Fontela en la citada escuela neoyorquina, el funcionamiento estable de uno de sus talleres en Manhattan, la entrada progresiva de sus obras en importantes colecciones públicas y privadas, la reciente concesión del premio «Estampa» de la Asociación de Críticos de Madrid y las obras inéditas de esta exposición en la Casa de Vacas han dejado a los dudosos «conocedores» que quedaban rodeados de un tenso silencio, quizás insoportablemente comprimido entre la vergüenza y la envidia.

Tengo que decir que -posiblemente a diferencia de los suspicaces juzgadores antes mentados, algunos de ellos convertidos ya, no obstante, en seguidores del artista- me preocupé, en compañía de otras personas, de ver pintar a un novel Hugo Fontela del natural. Observé discretamente sus movimientos, su forma de trabajar con los útiles y los pigmentos y su manera de resolver la estructura y la entonación de la obra. A partir de ese día adquirí el convencimiento de que el pintor, una vez concluido su necesario rodaje mediante los «pases de rodillo» a los estilos que lo atraían y superadas las pruebas técnicas que se iría imponiendo a sí mismo, llegaría a ser un creador de alto nivel.

Y eso es lo que se constata en esta «An american vision», con piezas acertadamente seleccionadas por doña Victoria Hidalgo, comisaria de la muestra.

Dichas obras van desde 2005 hasta el presente, y resumen los ciclos que, producidos en el estudio-taller del artista en Nueva York a través de la modalidad del paisaje, apuntalaron su consolidación profesional.

Así, encontramos los característicos horizontes polutos, esas sobrias visiones interiorizadas en torno a la mácula, el cenagal y los despojos, que en mi sección «Glosas de pincel y cincel» de este mismo periódico califiqué de «apocalipsis en tierras grises y platas». Dichas obras darían origen a las más estilizadas y orientalistas series: «Japanese landscape», «Japanese space» y «Early landscape», varios de cuyos más selectos ejemplares se encuentran instalados, asimismo, en la muestra madrileña.

Figuran también en la Casa de Vacas los primeros y fantasmales patios urbanos, inspirados en la metrópoli neoyorquina. En estrecho diálogo con estos cuadros se halla el lienzo «Old garden», bisagra de los colosales conjuntos «Big backyard», así como de otros formatos temáticamente afines, también ejemplificados en el Retiro. Todos ellos giran alrededor de una obsesiva y melancólica representación de patio ajardinado, evocador, a mi modo de ver, de una suerte de paraíso decadente, como también tuve ocasión de transmitir en este mismo rotativo.

Igualmente, «An american visión» permite volver a observar la emblemática pieza «Old pier», espectacular embarcadero en ruinas del que sólo subsisten las filas de pilotes emergiendo del agua, y rastrear sus huellas en las serigrafías homónimas magníficamente iluminadas por el autor, al igual que en las agrupaciones «Big pier», «Pier», «Small pier», «Japanese pier», «Big blue pier», etcétera.

Fontela en estos últimos ciclos retoma coherentemente un tratamiento pictórico paralelo a los citados patios y jardines, mutando la broza de éstos en riquísimos mantos acuáticos y sus troncos arbóreos, en silueteados pilotes de curvos remates. En este contraste de rotundos pilotes sobre inestables y dilatados fondos acuosos basa el creador asturiano sus más recientes pinturas. Hay, además, en las mismas un llamativo cambio de paleta, con la incorporación de suntuosas tinturas azules.

Estas obras, de ascendencia romántica, a medio camino entre un lenguaje figurativo y abstracto, configuran un sugerente universo que apela al paso del tiempo y al inconsciente, en donde quedan invocados, a mi juicio, los efectos erosivos y las descomposiciones asociadas al poder destructor del agua.

Escribo esta colaboración a los pocos días de inaugurarse la muestra y vaticino que será muy visitada y celebrada.

A quienes no conozcan aún el trabajo del pintor, les descubrirá su expresionista facundia y su peculiar mundo paisajístico; a los aficionados que ya sepan del artista les permitirá acceder a varias obras inéditas, que podrán cotejar con las pretéritas. Estoy seguro de que unos y otros quedarán motivados para acudir a la gran exposición individual del pintor que se anuncia para este verano en el Palacio Revillagigedo de Gijón.

Gabino Busto Hevia es director-conservador de la Pinacoteca Municipal de Langreo Eduardo Úrculo.