Hace cinco años, aquella foto de las Azores, con Aznar en el cuarteto más poderoso de Occidente: Bush, Blair y Barroso, que al poco pasó a presidir la Comisión Europea.

Ahora, cinco años después, la foto de Bucarest -que es un vídeo de diez minutos: nada de una instantánea casual-, con un Zapatero aislado mientras los máximos líderes de Occidente charlan y cambian impresiones en corrillos.

Un abismo separa esos cinco años. Un abismo porque ZP decidió cambiar a Bush -y qué decir de la fracasada Merkel o del gilipollas de Blair- por Mickey Chávez, Evo Morales, los hermanos Castro y los islamistas inspiradores de la Alianza de Civilizaciones.

La historia nunca está escrita, y con frecuencia en un parpadeo todo cambia.

Zapatero acaba de ganar las elecciones por segunda vez, así que debería ser un personaje muy destacado entre los líderes de la OTAN. Pero ahí estaba, marginado. Y sus ministros, peor: el sindicato policial próximo al PSOE ha dicho que el ministro Bermejo «defiende antes a un terrorista que a un policía» y que es «políticamente indecente y moralmente despreciable».

Nada es como se suponía. En vez de disfrutar de las vísperas de una gozosa investidura, parece que ZP está agotando un interminable mandato, con la lengua fuera y sin salidas.

Y encima en el PP van a la guerra interna. Si gana Rajoy, no llegará muy lejos bajo el feroz fuego amigo mediático, así que ahora o en un año -a lo sumo dos- se impondrá la línea dura.

Ítem más: una crisis económica tremenda y la ETA rediviva.

¿No están todas las piezas dispuestas en el tablero para que ZP gire con fuerza y urgencia al centro y se imponga un pacto de gobernación y hasta un Gobierno de coalición PSOE-PP, por más que parezca que los socialistas disponen de una mayoría cómoda solos o con la ayuda de separatistas y radicales?