Los políticos -el Principado, el Ayuntamiento y todos aquellos elementos que convergen en esta singular simulación de la vida futura de la ciudad- se han inventado, una vez más, y van dos en lo que va de siglo, el Avilés imaginario de la ría. Pocos años más tarde del fracasado proyecto de Leira, tenemos ahora ante nosotros una nueva versión del mismo, revisada por la Fundación Metrópoli, donde ya no figura la copia a escala de la Ópera de Sidney, ni el puerto veneciano, pero sí otras atracciones, empezando por el archiconocido Niemeyer, el llamado palacio de América, un «parque galería», unos «lofts», algo que llaman «cubos de innovación» («edificios de pequeña escala y diseño ecológico (?) para actividades económicas»), zonas verdes y no sé cuántas viviendas en el entorno mágico de Baterías de coque. En resumen, la isla de la innovación, como se han atrevido a calificarlo, al tiempo que todo esto se resume, de momento, en aparato y propaganda para boquiabiertos. El globo prosigue su ascensión.

¿Y qué es lo que hay por ahora? Un año después de que Areces anunciase en vísperas electorales el comienzo de las obras con la presencia efímera de una pala, hemos vuelto a contemplar una máquina excavadora realizando trabajos de prospección en el terreno. Esta vez se trata, según se ha dicho, de comprobar el nivel freático y el efecto de las mareas en los terrenos de marisma donde está previsto el espacio de promisión, todas las atracciones o las que vayan surgiendo, porque esto es como la tripa de Jorge, que estira y encoge.

Todo lo que se haga en el entorno de la ría bueno será, porque, entre otras cosas, llevamos demasiado tiempo intentando esto y lo otro, pero ni en la historia ni en la leyenda existe prueba tan desproporcionada de la venta de una moto sin que la moto haya arrancado. Por ahora estamos catando el terreno.