EDITORIAL

El reloj empresarial no concede treguas, y el tiempo es implacable. Resistirse a los cambios puede llegar a ser numantino y heroico, pero nunca dejará de resultar suicida. Ya a finales de 2006, un informe encargado por la dirección de Capsa, liderada por Pedro Astals, al abogado Pedro de Silva y el economista Álvaro Cuervo advertía de la necesidad de adoptar decisiones estratégicas. Incluida la modificación de la estructura societaria de Clas, definida como sociedad agraria de transformación.

Aquel diagnóstico no dejaba lugar a dudas: los cambios deben hacerse, y cuanto antes. Pese a esta urgencia, los responsables de Clas decidieron afrontar en primer lugar unas elecciones internas. Tenían, también, especial relevancia: el elegido tomaría el testigo de Jesús Sáenz de Miera tras casi cuatro décadas al frente de la cooperativa. Ese proceso culminó el 6 de julio de 2007 con la elección de Velasco, afín al sector oficial. Ahora, nueve meses después, y año y medio más tarde de haberse conocido el análisis de Cuervo y De Silva, el nuevo presidente desvela un plan que, a expensas de su aprobación por la asamblea, implica cambios trascendentales en la evolución de Clas.

La conclusión del trabajo de De Silva y Cuervo era rotunda. La estructura societaria de Clas es una fuente potencial de inseguridad jurídica. Es un problema derivado de la existencia de dos tipos de socios: los activos (1.280, en la actualidad), productores de leche; y los pasivos o «durmientes», cuyo número se eleva, a consecuencia del ajuste sufrido por el campo, a 6.190. Estatutariamente, a los activos les corresponde el 80% de los representantes en la asamblea general, y a los pasivos, el 20%. Esta situación da pie a que las decisiones de la asamblea puedan ser recurridas por los socios que se vean perjudicados, y que esas demandas puedan tener éxito. Mala base por inestable, decía el informe, para lanzarse a decisiones ambiciosas, como la fusión o compra de otras empresas. Algo a lo que, por su tamaño, Clas está poco menos que abocada.

Desdoblar Clas en dos sociedades

Es una madeja enredada. El equilibrio de fuerzas existente en Clas entre los partidarios de la renovación y los defensores del modelo cooperativo complica más los movimientos. El martes, al poco de conocer los planteamientos del presidente, los críticos advirtieron de que no apoyarán decisión alguna que desvirtúe la naturaleza cooperativa de Clas, y los socialistas asturianos, que gobiernan en la región, dijeron que no apoyarán ninguna transformación de la empresa que ponga en entredicho la asturianía del grupo.

Los actuales responsables de la empresa sostienen que su propuesta es prudente, algo salomónica y que con ella intentan que ninguna de las dos clases de socios pueda sentirse agraviada. Consiste básicamente en desdoblar Clas en dos sociedades. Así, el patrimonio de la cooperativa se integraría en una nueva sociedad limitada, constituida por los 7.470 socios de Clas. El patrimonio de Clas cuenta con dos piezas principales: la marca Central Lechera Asturiana, todo un buque insignia comercial, y las participaciones accionariales en otras compañías, incluido el 56,39% del accionariado de Capsa.

La formación de esta sociedad limitada -y aquí vendría la parte salomónica- no aparejaría la desaparición de la sociedad agraria de transformación. Continuaría como cooperativa, pero participada en exclusiva por los socios activos. Sus actividades estarían vinculadas a las propiamente ganaderas. Principalmente, recogida, entrega y cobro de leche.

Contra lo que ocurre ahora -los socios de Clas están sujetos a serias restricciones-, los miembros de la sociedad limitada podrán vender sus acciones libremente y a precios de mercado. La única limitación para la obtención de legítimas plusvalías es que habrán de esperar tres años antes de poder hacerlo, aunque la materialización de opciones de compra podría adulterar esa cláusula. Ahí radica una de las dudas sobre la operación diseñada.

El valor de un paso adelante

Hay otro punto de interés para los socios activos. La gestión de la sociedad agraria de transformación descansaría en exclusiva sobre ellos. Con lo cual, les correspondería a ellos la negociación de los contratos de la leche, en las mejores condiciones posibles.

El plan, pese a las dudas que presenta, tiene todo el valor de un paso adelante. Porque Clas necesita modernizarse y crecer, sin romper ni difuminar su fortísima ligazón con Asturias. La Federación Socialista Asturiana (FSA) ha puesto el acento sobre esta cuestión, al advertir de que la operación, de realizarse, ha de garantizar el control de la empresa por parte asturiana. La participación de Cajastur y Caja Rural en Capsa adquiere, en este punto, un especial valor. Sobre todo después de que Cajastur haya manifestado públicamente su disposición a participar en el proyecto empresarial si lo que se persigue es liderar el sector agroalimentario español. Y, además, asegura que dispone de los recursos suficientes para llevar a cabo ese plan, con dos únicas condiciones: que se lo pidan los demás socios y que se cuente con el consenso de los cooperativistas. Caja Rural ha ofrecido también su apoyo, y el PP asturiano ha elogiado la disposición de las dos entidades financieras.

Hace dos años, dos fondos de inversión lanzaron un aviso serio, al poner sobre la mesa una oferta de compra de Clas. Desde entonces, los acontecimientos en el mundo agrario -alza de los precios lácteos, preparación para la supresión de las cuotas, movimientos empresariales...- se han sucedido de continuo. Y quien piense que Clas es un portaaviones indestructible, con rentabilidad asegurada con independencia del mar que navegue, que tome en cuenta el estancamiento de sus resultados.

No se puede parar el tiempo ni obtener prórrogas del mercado. Lo que sí se debe hacer, modificando lo que convenga modificar, es poner a la empresa en las mejores condiciones para competir. Mantener un modelo porque tuvo éxito en el pasado sólo asegura eso: que dio resultado en otro tiempo. El plan de Velasco puede ser un punto de arranque para no dejar escapar el futuro.