La «Semana negra» iniciará este año una peregrinación que la llevará provisionalmente a Poniente y, en años sucesivos, a otro emplazamiento que aún está sin determinar. Esto es lo que parece emanar por ahora del Ayuntamiento, circunstancia que pone en evidencia que la ciudad no cuenta con un ferial de campaña, ya sea en forma de solar para circos, espacio para verbenas o lugar donde colocar carpas diversas, todo ello con una extensión apreciable. Existe un ferial, sin duda: el Luis Adaro, pero suficientemente urbanizado y formalizado como para que no sirva para acontecimientos distinguidos por un cierto montaje algo anárquico y efímero.

Si miráramos hacia atrás, veríamos que la última oportunidad que tuvo Gijón para contar con algo así quedó enterrada por la urbanización de Poniente. Es decir, eran aquellos espacios unos terrenos transferidos en buena parte al Ayuntamiento por el desaparecido astillero de Cantábrico, cuyos trabajadores estipularon que las parcelas fueran destinadas a usos públicos y al disfrute de los gijoneses.

Pero, bien fuera por el miedo al vacío, bien por la firme pisada del Atila constructor, allí se puso la gestora de suelo del Principado, Sogepsa, a promover suelo para viviendas de lujo, según solicitud del Ayuntamiento de entonces. Alguien dijo por aquel tiempo que caía de cajón que, tras una playa, sólo puede nacer una urbanización, y así fue. Edificadas las construcciones y entregado irreversiblemente el suelo a la propiedad horizontal, sucede que la zona ha quedado tan constreñida y dependiente del uso residencial que hasta el vecino Museo del Ferrocarril es ya una instalación ahogada en la escasez de espacio.

No obstante, de poco sirven ya estas consideraciones. A ver cómo convive con los edificios barco la «Semana negra», que no nos gustaría ver suprimida.