Las riestras del maíz se subían la misma noche del esfoyón y quedaban colgadas en el corredor del hórreo o de la panera. Cuando habían secado lo suficiente se metían dentro y de allí se iban bajando, a lo largo del año, una a una, para dejar el tarabuco libre de granos y llevar éstos últimos al molino maquilero. Hórreo y molino estaban tan vinculados entre sí que el uno no tenía sentido sin el otro. Actualmente una gran parte de los quince mil hórreos que se estima que aún resisten en pie -es un decir- encima de los pegollos en Asturias están tan deteriorados que es posible que muchos de ellos sean víctimas de cualquier ventarrón que los convierta en un montón de viejas colondras, trabes y aguilones.

La Consejería de Cultura del Principado, por aquello de que los Presupuestos de este año no están aprobados por los tres grupos políticos de nuestro Gobierno regional por aquello de que nuestros políticos siguen en permanente «engarradiella», ha reducido en un cincuenta y siete por ciento las subvenciones para salvar hórreos, paneras, molinos y ferrerías. Así, de una sola tacada, menos de la mitad de las ayudas, que podrían significar, de ser un poco decentes en número y en su propia cuantía, la recuperación de una buena parte de esta riqueza etnográfica que tiene la Asturias rural.

Uno de los errores más importantes, en nuestra opinión, que se cometen año tras año con estas subvenciones públicas regionales para recuperar hórreos, paneras y molinos maquileros es que el propietario de los mismos tiene que restaurar esos ingenios siguiendo de forma estricta las directrices técnicas emanadas de la propia Consejería. Y tan es así que se exige la madera más cara del mercado -el castaño, que por tener que colocar vigas es necesario utilizar los mejores árboles de grueso calibre-, piedra labrada y otras exquisiteces. Con materiales un poco más baratos pero instalados con maestría y gusto -que aún contamos con buenos artesanos de la materia- la restauración no se resentiría en el resultado final y se economizaría considerablemente en los costes.

Pero las cosas están como están, y para diseñar los proyectos de restauración de hórreos, paneras y molinos maquileros se recurre a la utilización de materiales que a veces ni existen en el ámbito comarcal donde se va a realizar la obra. Un buen amigo que se decidió a solicitar la subvención hace unos años, para salvar un molino maquilero, cuando terminó la obra me reconoció que «me equivoqué el día que inicié la gestión para conseguir la subvención, porque entre viajes, vueltas, escritos, y, sobre todo, teniendo que ajustarme a los materiales que me pedían, me hubiese resultado más rentable el hacer la obra completa por mi cuenta». Y restaurado el molino, naturalmente, tuvo que destinar otro presupuesto extra para limpiar y poner en funcionamiento la presa que lleva el agua hasta el cubo del molino.

Y en el anuncio de estas subvenciones, que llegó a todos los ayuntamientos y éstos lo enviaron a asociaciones de vecinos, entidades culturales y otros colectivos para su máxima difusión -con tan escaso presupuesto no tendrían que molestarse tanto en darle publicidad, porque no hay dinero ni para empezar- se especifica, muy clarito, que quienes reciban ayuda económica del Principado están obligados a admitir visitas más o menos turísticas a sus ingenios restaurados, a la vez que tendrán que abrir las puertas de los mismos siempre que llegue un reportero de la televisión o de la radio pública regional para hacer información. Es decir, que si el molinero está muy ocupado con una molienda urgente de grano, tiene que pararse el tiempo que haga falta para informar y enseñar, gratis total, cómo funciona el molino o lo bien que quedaron los pegollos del hórreo o de la panera. Es decir, entrada libre cuando sea y a la hora que fuere. Memorable.

Para tan escaso presupuesto que la Consejería de Cultura va a dedicar a la restauración de hórreos, paneras, molinos y ferrerías da la impresión de que a cambio pide demasiado. Maderas nobles, piedra selecta, mano de obra perfecta y, además, puertas abiertas a la radio y a la televisión del Principado, aunque esto último hay que pensar que será previo aviso. Y, además, admitir que todo ello pueda ser visitado por quien estime conveniente.

Hórreos, paneras, molinos maquileros, ferrerías y otros ingenios son una parte fundamental de nuestra riqueza etnográfica, cultural y costumbrista del ámbito rural asturiano. El abandono en el que están sumidos muchos de ellos necesitaría un plan de choque para salvarlos. Pero estas subvenciones, con los fondos económicos de que se va a disponer, y con los condicionamientos técnicos que llevan implícitos para la restauración, mucho me temo que desanimen lo suficiente a los propietarios de los mismos y quede casi todo tal como está. Es decir, en un proceso de ruina total. Con un cincuenta por ciento menos de presupuesto que en ejercicios anteriores -y aquellos dieron para muy poco- lo cierto es que no se va a avanzar casi nada. Tal como está el mercado de las maderas nobles, las piedras labradas y la mano de obra de nuestros artesanos, pasará otro año con unos resultados tan pobres que ni se notará en nuestro paisaje rural asturiano. Y, además, ¿cuántos viajes hay que hacer a Oviedo para arreglar los papeles?. No saben, no contestan. Lo de siempre.

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