Todos, y cuando digo todos quiero decir todos, apoyamos la decisión de Rajoy de volver a presentarse». Con esta frase tan contundente se despachó el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, en medio de la barahúnda en que anda el Partido Popular en estos tiempos. Naturalmente que hay que entender que se refería a todos los miembros de ese partido, porque resultaría algo desmedido que se pronunciara en nombre de toda la humanidad. Aún limitándose a ese ámbito partidario, la cosa resulta extraordinaria.

Según parece, el Partido Popular tiene unas setecientas mil señoras y caballeros apuntados y, que se sepa, no se ha hecho ningún referéndum interno ni se ha articulado otro sistema para que todos y cada uno de ellos expresaran su opinión al respecto. Todo indica que el señor Camps tiene unos poderes telepáticos ingentes, capaces de conectar su mente, a través del espacio, de forma instantánea y a la vez, con todos y cada uno de los cerebros de esos miles de conmilitones. Pero una unanimidad tal y entre tanta gente supera todo cálculo de probabilidades y se acerca mucho a lo imposible, de ahí que, si el señor Camps la ha detectado por medio de su telepatía múltiple, ello tiene que ser porque también tiene unas sofisticadas habilidades de inducción en el pensamiento ajeno, seguramente por medio de una hipnosis a grandes distancias y en masa.

Las facultades parapsicológicas del señor Camps no son un caso aislado. Todo lo contrario. Es muy frecuente, mayormente entre los políticos, aunque también las poseen periodistas, sindicalistas y un montón de personajes similares. Cuántas veces les hemos escuchado afirmar, con ese aplomo que sólo puede dar el conocimiento trascendente, que la sociedad vasca demanda la territorialidad y la autodeterminación, o que todos los ciudadanos quieren esto o aquello, o cosas similares, cuando quieren justificar sus propias opiniones. Es más, en algunas ocasiones las capacidades paranormales de esos sujetos llegan a ser de tal envergadura que alcanzan lo telúrico, porque no sólo perciben sensaciones y juicios emitidos por cerebros humanos ajenos al suyo, sino que alcanzan a comprender la voluntad de las cosas, como son los territorios, y nos explican lo que quiere Cataluña, Asturias o Avilés, por ejemplo, con desparpajo y en un santiamén.

Pero de todos esos poderes el de premonición es el más común. Es una energía psíquica de la que muchísimos hacen alarde, aunque luego casi nadie acierte en las predicciones, y menos el señor Zapatero cuando anticipa quién va a ganar las elecciones en un país extranjero.