A José Luis Rodríguez Zapatero no le molesta su partido sólo en la medida que no exista, que no se sienta. Los independientes son el gran descubrimiento porque jamás podrán tener peso político orgánico, nunca harán sombra y siempre estarán agradecidos de acceder a la política por la puerta grande, sin el engorroso trámite de asistir a la vida partidaria. ¡Aquellos tiempos, antes de internet, en los que se pegaban los carteles electorales con engrudo! Ahora hace falta poca mano de obra militante en las campañas electorales, apenas para llenar los polideportivos en los mítines. Como ocurre en los procesos industriales de la economía real, en donde los robots han sustituido a los obreros, los independientes son el recambio saludable sin la molestia que proporcionan los militantes.

El compromiso político mediopensionista que se le exige al independiente es la consagración de la idea de que la pertenencia al partido es para gentes humildes, sin pedigrí de éxitos suficientes para acceder a la política desde una plataforma de éxito personal. La excelencia está fuera de las organización, y la actitud permanente de Zapatero es un recordatorio permanente de los innecesaria y perjudicial que es la militancia política.

Miguel Sebastián es el logotipo de la nueva situación. Independiente, estudioso, sin confrontación con la gestión en ningún momento de su vida profesional, está avalado por la fidelidad personal hasta en el fracaso. Cosechó la derrota más estrepitosa del socialismo español y ni siquiera tuvo la delicadeza con sus compañeros de candidatura, a los que llevó directamente a la catástrofe en el Ayuntamiento de Madrid, de ir a recoger el acta de concejal y asistir a la humillación del primer Pleno en la bancada de la oposición. Salió corriendo para evitarse gestionar la derrota y a la espera de ser el verdadero súper ministro de Rodríguez Zapatero. Ahora controla Industria, Investigación y Desarrollo y Vivienda habiendo recomendado el nombramiento de esos ministros que pertenecen a su área de influencia.

En la nueva situación, Pedro Solbes revivirá la humillación prolongada de las ocurrencias de Sebastián en las áreas en las que el vicepresidente debiera ser soberano. Los viejos sueños de laboratorio de Miguel Sebastián, que antes dictaba desde las penumbras de la Moncloa iluminadas por su amistad directa con el presidente, se formularán ahora desde despachos ministeriales. ¿Pero de verdad no se han dado cuenta los militantes que son sólo la carátula de los partidos políticos?