Ahora los médicos, a cierta edad, te recomiendan caminar para evitar el sedentarismo que perjudica al músculo cardiaco, pero también lo perjudican las emociones amorosas y éstas no te las quita, se van solas. Lo cierto es que como lo de caminar, hoy por hoy, no tiene peaje y no necesitas una especial inversión en el equipo todos andamos dando vueltas, por sendas, caminos, pistas y nos cruzamos unos con otros, y nos saludamos, y nos preguntamos cómo vamos de tal o cual malestar.

A mí me gustan los caminos de siempre, los que comunican los pueblos, aunque éstos los vayas encontrando vacíos, con hermosas construcciones abandonadas mientras nos quejamos de que no hay viviendas.

Hace unos días me fui, río arriba, camino de Rellanos y al llegar a Foyedo, me encontré con una mujer, en una bucólica escena rural de lujo, que, entreabriendo la puerta del gallinero, gritaba: pitas, pitas, pitas, piiiitas, a la vez que les ofrecía un manojo de berzas y les tiraba unos granos de maíz. Las pitas corrían hacia ella alborozadas oscilando su cuerpo hacia los lados, como si de una carrera con las manos atrás se tratara. «¡Qué!, ¿ponen muchos huevos?», le pregunté. «No, home, non; non ponen nada, tan confusas con el tiempo, creen que ye invierno».

¡Manda huevos! Ahora resulta que la situación también nos va a alterar la alimentación, como si no tuviésemos bastante ya con las «vacas locas», la gripe aviar, o los transgénicos del biodiésel que amenazan a la humanidad con una hambruna jamás conocida; ¡será por huevos!; nuestros huevos dependen ahora del cambio climáticoÉ pues hay que echarle huevos para arreglarlo.

Las pitas ya están a la altura de los humanos, necesitan de un psiquiatra al igual que las plantas, que se mueren por estrés; todo anda manga por hombro, y mientras las pitas dejan de poner porque su ciclo se ve alterado las parejas dejan de tener hijos por la misma razón, osease, que tampoco se ponen huevos, exceptuando los transexuales que lo van consiguiendo a base de esfuerzo. Recuerdo en este momento la cuadra que mi amigo Sabino, el hijo del poeta Manolo el Pollero, tenía en Candamo, donde las vacas tenían una instalación de música clásica porque ésta las relajaba, decía, y de esta forma daban más leche; quizá a las pitas haya que crearles un ambiente artificial para evitar que sufran el cambio climático.

Ya tenemos nuevo Gobierno y a la voz de ¡viva España! nace un Ministerio para la igualdad y otro que lleva acumulada la misión de resolver las anomalías climáticas, como estas que afectan a las pitas y que nos están dejando sin huevos.

Estoy seguro de que todo se solucionará, porque hay empeño en ello, y que pronto las estaciones volverán a su lugar y los «ponedeiros» de mi comarca tendrán de nuevo huevos, entre plantas sin estrés y vacas relajadas, por el trino de los pájaros, que darán buena leche.