Un montaje sorprendente, con reminiscencias basadas en los años veinte, es el que ambienta la nueva novela de Carlos Ruiz Zafón, «El juego del ángel». Una tirada de un millón de ejemplares, sin precedentes. Casi trescientos periodistas asistiendo al lanzamiento de una novela, en el teatro del Liceo barcelonés, acondicionado para la ocasión. Y un escritor, un tipo normal, que no merecería una mirada si te lo cruzas por la calle, entrevistado por la periodista Olga Viza y luego interrogado yo diría que casi con cariño por los colegas -decenas de preguntas amables- que en otras circunstancias pueden llegar a ser implacables; hasta lo aplaudieron, contraviniendo normas no escritas, al terminar el acto de lanzamiento de este «juego del ángel», que este jueves se pone a la venta por veinticuatro euros y medio.

Sorprende un acto editorial tan amplio en español, en el corazón burgués de la Ciudad Condal, sin que provoque el chirriar de dientes de (casi) nadie. Sorprende la normalidad del protagonista, que no parece haberse convertido en un divo insoportable pese al éxito de su anterior novela, «La sombra del viento», diez millones de ejemplares vendidos que casi para sí los quisiera Ken Follett. Ruiz Zafón va de tipo normal, de profesional de la escritura que no busca titulares por lo que dice ni éxitos fáciles multitudinarios: ni se abona a hacer de sus libros películas taquilleras, ni quiere saber nada de las redes sociales de internet, ni entra en polémicas políticas, ni parece inquietarle demasiado que la oficialidad catalana premie el catalán y relegue el español («el castellano», dice él). Es más bien feo que guapo, más bien gordito que estilizado, más bien soso que chispeante, pero yo diría que no tiene demasiados complejos; puede que el triunfo se los haya ido borrando, quién sabe.

Esta obra, enmarcada en el «cementerio de los libros olvidados», no es continuación de «La sombra del viento», aunque sí se desarrolla en escenarios, época y circunstancias parecidos. Como aún no hemos podido leerlo, porque nos entregaron el tomo (más de 650 páginas) a la entrada de la rueda de prensa y, hasta ahora, ha sido el secreto mejor guardado de la cristiandad, no me atrevo a adelantar calidades, ni siquiera un juicio personal. Pero a Ruiz Zafón, que ya digo que no presume de nada, le parece que «incorpora elementos nuevos». Y, desde luego, «La sombra» era, a mi parecer modesto, una enorme novela.

Será un éxito, claro. Había más de un centenar de fotógrafos y cámaras allí, para certificarlo anticipadamente. Y los titulares están en el lanzamiento (una espectacular invitación en pergamino, la decoración del escenario en el Liceo y hasta la camisa roja chillona del escritor) más que en las declaraciones de Ruiz Zafón, que ya digo que juega no al ángel, sino a pasar desapercibido. No lo consigue, claro.