El agua es un bien escaso y será el factor de confrontación del siglo XXI. En España es ya una cuestión de confrontación interregional. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero sentenció la política de trasvases con un plan alternativo que todavía no está totalmente ejecutado.

Sobre esos pilares se está construyendo la nueva identidad aragonesa en la que el agua, la logística y la tecnología son los elementos de cohesión interna y desarrollo regional. Después de siglos de ostracismo, la Expo del agua es el estandarte del nuevo Aragón. Ahora el trasvase anunciado por el Gobierno pone entra la espada y la pared al Gobierno de Marcelino Iglesias.

El trasvase anunciado por el Gobierno y la Generalitat tiene todos los componentes para una gran guerra. En un análisis elemental, parece razonable e inexcusable que Barcelona sacie su sed. Quien se oponga a ese principio será castigado, porque es muy difícil encontrar razones a una ecuación tan elemental como si falta agua hay que llevarla desde donde la hay.

¿No hay otras soluciones? El trasvase, presentado como única solución de urgencia, abre una crisis que estaba soterrada. Murcia y el País Valenciano anuncian movilizaciones dirigidas por gobiernos del PP que tienen en la reivindicación del agua uno de los principales soportes de sus mayorías absolutas. El Gobierno socialista de Aragón tiene las manos atadas por el Estatuto que le obliga a oponerse a cualquier trasvase del Ebro. Esa norma fue elaborada desde la confianza en que José Luis Rodríguez Zapatero sería firme en su compromiso contra los trasvases y su apuesta por otras soluciones como las desaladoras.

Ahora Zapatero, ante la inexplicable pasividad de la Generalitat para resolver otros problemas que los identitarios, cede y aprueba un trasvase que resta coherencia a sus políticas del agua, da argumentos a la movilización del PP en sus feudos de Levante y pone en apuros al Gobierno de Aragón y al Partido Socialista de una comunidad en crecimiento permanente de votos sin que hasta la fecha hayan pedido compensación alguna. El trasvase es el primer mal negocio de un renovado Zapatero que parece que no ha aprendido la lección de los melones que abrió en la otra legislatura y que estuvieron a punto de hacerle perder las elecciones. El Presidente no puede confiar permanentemente en que el PP, con sus políticas absurdas, le resolverá sus incapacidades.