En 1901, en Sobrerriba, encima de Cornellana, vino al mundo el periodista Jaime Menéndez. Hablamos de una atalaya privilegiada que sirve para contemplar parte de las hermosas vegas del bajo Narcea. Allí nació Jaime Menéndez «El Chato», que se convertiría en una de las principales figuras del periodismo español del siglo XX. Periodista, hijo de un maestro de escuela. Servir al rey, para un hombre de su tiempo, significaba correr el riesgo de perder la vida en aquella guerra de África que tan conocidos desastres cosechó. Negándose a ello, se embarca camino de Cuba, la isla que para muchos españoles de entonces brindaba la oportunidad, no sólo de evitar la mencionada guerra, sino también de dejar atrás la miseria. Pero Jaime Menéndez no busca la fortuna económica, sino aquella otra que debió inculcarle su padre, la del aprendizaje, la de la cultura. Estudia a fondo y aprende inglés. Su talento, su capacidad de trabajo y su formación autodidacta le llevarían a ser el primer español que formó parte de la redacción del periódico más importante del mundo, es decir, del «New York Times».

Como corresponsal de ese mismo periódico, vuelve a España y asiste a la primera andadura del Estado que se proclamó el 14 de abril de 1931. En este tiempo, colabora también en los diarios más prestigiosos de nuestro país. Al final de la guerra, en espera de un carguero ruso que no llegó, es detenido y así transcurren sus años de cárcel.

Tras el período en prisión, vuelve a ejercer el periodismo, en un rotativo que era un oasis de libertad; hablamos del diario «España» de Tánger. Colaboran también en ese diario asturianos de la envergadura de Fernando Vela y Juan Antonio Cabezas.

Luego vendría la etapa en la revista «Mundo», con un periodismo atrevido y combativo frente a la dictadura. Muere en 1969.

Lo más llamativo es que hasta el momento en que su nieto se propuso la honrosa tarea de recuperar la figura de su abuelo, Jaime Menéndez es uno de los muchos personajes sobresalientes olvidados. En el transcurso de la presente semana, que no por casualidad arrancó un 14 de abril, Juan Manuel Menéndez pronunció conferencias sobre su abuelo en el Club Prensa de LA NUEVA España, en el Ateneo Republicano de Asturias y en Salas.

Creo que es de justicia hacer sitio en las páginas de este periódico a la peripecia vital y profesional de uno de los grandes periodistas asturianos y españoles del siglo XX, un periodismo vocacional que, a buen seguro, nació en el aula en la que su padre ejercía como maestro, un aula, la de Jaime Menéndez, que se instalaba con la pluma, con una pluma que en momento alguno renunció a eso que se viene llamando voluntad de estilo.

No sólo urge reeditar sus libros, sino que también apremia recopilar en un volumen parte de sus magistrales artículos, que son una muestra inequívoca del oficio de una figura singular condenada al ostracismo hasta que el tesón de su nieto decidió romper el maleficio.