El nuevo ministro de Industria renunció el lunes pasado a la copa de celebración de su nombramiento con una declaración de austeridad y de ahorro ante la crisis económica que se nos viene encima. Ahora le toca ser consciente de lo muy obligado que va a verse por esta sobriedad a lo largo de su gestión. Sobre todo si se tiene en cuenta la frecuencia con que hay que confraternizar en los tratos con la gente de la industria y el comercio, pero sobre todo con la del turismo. Y no sabe uno si en esos casos es mejor que pague el Ministro o que le paguen las copas. Pero no parece desacertado que Miguel Sebastián empiece a mostrar su celo económico con su propio presupuesto, y más con Solbes en su presencia. Peor se le presenta a la ministra de Igualdad, cuyo presupuesto debe estar por hacer y a la que le deben haber improvisado hasta una sede. Y los que, teniendo sede, es de suponer que carecen incluso de papel con membrete de su nuevo Ministerio. O de los que aún no pueden reconocer su Ministerio al entrar porque todavía en la fachada figura el rótulo de otro Ministerio que pasó al olvido. Y no digamos nada el funcionario que abandonó su trabajo hace una semana en Trabajo y Asuntos Sociales, por ejemplo, y no sabía el lunes si le tocaba Ministro o Ministra, si trabajaría con Cabrera o con Corbacho, ni lo lejos o lo cerca de su casa que va a tener su domicilio laboral. Otra cosa son esas pomposas carteras, supongo que más simbólicas que prácticas, que los ministros y ministras se pasan de unos a otros. Es de esperar que haya siempre un remante en los almacenes de Moncloa por si al Presidente se le ocurre improvisar un cambio, pero si Zapatero guardó el secreto de sus cambios hasta para los rotulistas de carteras, éstos se habrán quedado sin descanso el pasado fin de semana al objeto de que los nuevos gobernantes no se encontraran el lunes con una cartera innominada. A pesar de todo, las hubo, y algún cesante le pasó a la recién nombrada o nombrado una cartera sin titular. Así que del mismo modo que antes se nombraban ministros sin cartera, ahora se entregan carteras sin Ministerio, que es casi lo que le pasa a la de Igualdad de tan breve como es su organigrama. Ignoro si esas carteras son meramente simbólicas, una pura tradición pesadísima, o en efecto ellos y ellas van al Consejo de Ministros con un cargamento de papeles en su interior. De todos modos, ver a Carme Chacón, embarazada, cargando ese maletamen, produce una compasión que no merece toda una ministra de Defensa. Y mejor que no se la dispensen los casposos machistas de taberna que se pronuncian en la radio, juegan con sus testículos sudorosos en los periódicos cavernarios y vomitan en sus tribunas residuos de las cloacas de la España vieja. Pero quizá ha llegado la hora de sustituir la cartera ministerial por adecuados y más ligeros bolsos o mochilas -eso sí, para ellos y para ellas- de modo tal que el titular de un bolso no sea menos que el titular de una cartera. Mejor, en todo caso, lo tuvieron el lunes los continuistas, como diría Rajoy, es decir, aquellos que seguían con la misma cartera, el mismo rótulo, los mismos membretes e igual domicilio. Éstos celebrarían con una copa la tranquilidad de no hacer mudanza en tiempo de tribulación, como aconsejaba San Ignacio.