o es una cuestión de concepto, sino de principios. De tanto deteriorarse los principios, apenas nadie sabe donde está: por ejemplo, lo que es ser liberal o conservador. Uno, al final, siempre aparece como le ve el de enfrente. Y el de enfrente casi nunca lo ve a uno con buenos ojos.

No he tenido la paciencia de contarlos, por eso desconozco cuántos socialdemócratas hay en el PSOE y cuántos liberales en el PP. La niña que Rajoy ha sentado cerca de él en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo dice que está cómoda en el liberalismo social, que nadie sabe lo que es salvo Soraya Sáenz de Santamaría.

Pío García Escudero, portavoz del PP en el Senado, se define como liberal y conservador. Hayek dedicó el último capítulo de «Fundamentos de la libertad» a explicar por qué un liberal y un conservador son cosas distintas, en algunos casos profundamente antagónicas, dado que el conservadurismo se rige por un principio de autoridad y el liberalismo por la desconfianza que dicha autoridad le produce al estar a favor de la limitación de los poderes públicos. Pero Pío, ya ven, quiere vestirse a la vez de lo uno y de lo otro.

Lo primero que habrá que tener en cuenta cuando a Esperanza Aguirre le dé nuevamente por pedir un debate sobre la cuestión liberal dentro de su partido es que en el PP hay muchísimas personas, como García Escudero, que no saben de qué vestirse, y otras, como Soraya, que dicen que da igual el liberalismo que la socialdemocracia, que hablar de eso está de más. Al final, los políticos sólo quieren hablar de ellos mismos y de su circunstancia.

Zapatero, nuestro proverbial presidente del Gobierno, es el único que lo tiene claro. Cuando le preguntan, y a veces sin que ello ocurra, se define como rojo, que en este país es una categoría social.

Y vengan días, vengan ollas.