o, ahora no toca hablar de aquella persona tacaña o avariciosa que tan sólo piensa en el dinero o en los beneficios de cualquier operación pecuniaria, no. Ahora queremos traer a la memoria de quien nos lee aquella embarcación de pesca de principios del siglo pasado que tanto y también sirvió en nuestras costas a los intereses de los pescadores y de sus familias: estamos hablando de la trainera arbolada conocida también con el sobrenombre de «campolibre y pesetera».

La sardina es, o al menos lo era, el pescado por excelencia para nuestras aguas del Cantábrico. Siempre estuvo presente. Pienso que se empezó a capturarla a bordo de pequeñas lanchas a remo similares a las balleneras utilizadas en el siglo XVI y que tenían un origen nórdico. Mediante traíñas, de ahí el nombre de este tipo de embarcaciones, trainera arbolada (campolibre); luego se utilizaron los enmalles y, más tarde, los boliches. La pesca de otras especies, como la anchoa, el chicharro en sus primeros momentos de cría, fueron el sustento de las familias marineras. Los caladeros no estaban lejos, la Concha de Artedo y la desembocadura de la Ría de Pravia, y los pescadores batiendo remos hacían que los cardúmenes de pescado arribaran frente a las playas.

A este tipo de embarcación, como decíamos antes, se la conocía con el sobrenombre de «Pesetera». Ello era debido a que el coste de la misma rondaba las 1.000 pesetas. Aparecen en Cudillero, allá por el año de 1910, y la mayoría estaban construidas por los calafates de ribera de Luanco, famosos por sus construcciones todavía hoy en día. Eran la ligereza, la velocidad y la maniobrabilidad características fundamentales de estas embarcaciones. A lo largo de los tiempos se perfecciona este tipo de buque sardinero y anchoero, hasta culminar en la trainera de finales del siglo XIX y primeros del XX. Se puede considerar, por tanto, un pesquero que evoluciona partiendo de las primeras naves vikingas, cruzado más tarde con la lancha ballenera de forro a tingladillo y rematado por la experiencia de nuestros pescadores de la costa cantábrica.

Eran barcos estilizados, con esloras superiores a los 9 e inferiores a los 15 metros, mangas de entre 2 y 3 metros y apenas los 90 centímetros de calado; tenían una forma similar tanto en la proa como en la popa; se gobernaban con un remo más largo denominado espadilla en la pica (proa), que tenía un diámetro mayor en la caña que el resto de los remos, debido al esfuerzo que éste tenía que realizar para maniobrar la embarcación cuando largaban el aparejo por la popa. Utilizaban un elevado número de remos que quedaría reducido en sus últimos tiempos de vida a 12. Se cree que el término «pedir bancada», como expresión de solicitud de trabajo, viene de la bancada del remero (tosta), puesto que no se podían ocupar más que aquellas que quedaban libres.

Remar a «vota puxo». Se empleaba este termino en Cudillero para decir de aquel marinero que manejaba el remo de proa en la pica: lo hacía de forma contraria a lo normal, haciendo fuerza con el pecho para empujar y afincando el pie sobre el carel, en vez de tirar sobre la espalda, como se hace cuando se boga.

La trainera, en nuestras aguas, faenó siempre con un arte denominado boliche: éste era un arte de cerco en miniatura y fue experimentado mucho antes por los pescadores italianos en el Mediterráneo, pudiendo describirlo de forma general como un aparejo de red de 10 a 12 milímetros de malla, 84 metros de longitud, 26 de caída y suavemente abombada, al igual que la traíña. Lo revolucionario del boliche estaba en el cabo que corría bajo su relinga de plomos, pasando a través de nueve cáncamos o argollas y que permitía a los pescadores que habían cercado un cardume de pescado cerrar el arte por debajo mediante este cabo, llamado jareta o tralla.

El boliche significó una revolución en la pesca de sardina y chicharro, y un fuerte empujón a la evolución de la trainera. La faena del boliche no era muy diferente a la de un moderno cerquero de hoy en día. Tras avistar a los bancos de sardina bien con la ayuda del averío (aves rondando sobre la superficie de la mar), bien por el acoso de los toliñales (delfines), el patrón procuraba concentrar aún más el cardumen, lanzando el enguade de raba a la mar y soltando rápidamente la boya que sostenía uno de los extremos del boliche. La trainera cercaba luego al pescado, a toda la velocidad a la que podían impulsarla sus remeros, y largaba el arte. Para efectuar toda esta maniobra, la trainera redujo su desplazamiento hasta los escasos 700 u 800 kilos, lo que es muy poco, en relación con el volumen. Sin calado, sin cubierta, con una quilla simbólica y sobrecargada por 12 o 14 hombres más todos sus aperos, la trainera fue presa, en algunas ocasiones, de los embates de nuestras aguas. Al navegar a vela, la lancha tenía que largar una deriva postiza a sotavento desde la misma borda y cargar en el carel de barlovento todos los mástiles y vergas de respeto para equilibrar el barco.

Para colmo de males, la temporada de sardina era corta, ya que se iniciaba a mediados de abril y no alcanzaba a llegar a finales de julio, por lo que, para sacar rendimiento a la embarcación y no permanecer mano sobre mano el resto del año, la trainera se dedicaba a pescar la gata, valiosa por su aceite; el besugo, y la merluza el resto del invierno. Lo malo de todo esto es que los caladeros de estas especies estaban mucho más alejados que los primeros. El peligro era tan evidente que la Capitanía General de El Ferrol a finales del siglo XIX tuvo que dictar normas referentes a las medidas de los barcos que fueran a alejarse más allá de las 2 millas de la costa. Estas medidas no eran gratuitas; de todos es conocida, o al menos de las familias de pescadores del Cantábrico, la galerna que tubo lugar el 20 de abril de 1878 y que causó la muerte a más de 300 pescadores de nuestro litoral, conocida ésta como la galerna del Sábado de Gloria.

Este carácter de «pura raza», de pesquero ágil y peligroso, de ejemplar puramente autóctono, será el que diera a la trainera la posibilidad de sobrevivir hasta nuestros días. Desde luego, era la embarcación más rápida del Norte, de ahí que fuera elegida por los pescadores para sus retos y pugnas.