La denominación Dalai Lama proviene de la palabra mongola «dalaï», que podríamos traducir como océano, y del término tibetano «lama» (bla-ma), que vendría a ser persona sabia. La traducción más corriente es «océano de sabiduría». Aunque la secta budista de los monjes amarillos la funda Gedun Gruppa, fue Sonam Gyatso, tercer Dalai Lama (1543-

88), el primero que asumió el título de Dalai, al convertir al jefe mongol Altan Khan y a toda su tribu. Ello asentó la hegemonía de la secta en el Tíbet, extendiendo su influencia sobre Mongolia, China occidental, Bután y Sikkim.

Ngawang Gyatso, quinto Dalai Lama (1617-82), fue el primero

en asumir el Gobierno temporal del Tíbet, además del liderazgo

espiritual. El gobierno monárquico y teocrático de los monjes

amarillos se asienta sobre una curiosa creencia: la reencarnación.

Ésta consiste en la consideración de que el poder espiritual y las posesiones materiales se transmiten de generación en generación, no por vía sanguínea (genética), sino por la migración de las almas.

Al existir la exigencia de la castidad, no hay lugar para la primogenitura, para la continuidad genética del gobernante. Los budistas tibetanos creen que el alma inmortal del BuddhaAvalokitesvara, cuando se muere su portador corporal, se traslada a un nuevo nacido en el intervalo de cuarenta

y nueve días. El nuevo portador, siempre un infante, desde

su nacimiento debe dar señales de su carácter especial. Es el caso del actual Dalai Lama, el decimocuarto en la saga, de nombre Tendzin Gyatso, nacido en una familia pobre de origen tibetano, en la provincia china de Quinghai (1935). Cuando los buscadores de la reencarnación encontraron a ese niño, el caudillo militar de la citada provincia exigió un rescate

por él, que fue pagado por el Gobierno tibetano. Tras ello, en

1940, el poder local del Tíbet confirmó como la reencarnación

del alma del treceavo Dalai Lama al hijo de 5 años de una familia campesina. En 1950, cuando aún no había cumplido la mayoría de edad, los ejércitos de la China Maoísta invadieron el Tíbet.

Tendzin Gyatso, declarado mayor de edad antes de tiempo, asumió el poder y se refugió cerca de la frontera con la India, pero, al no recibir ayuda exterior, pese a su

llamamiento a la India de Nehru y a la ONU, hubo de aceptar la tutela comunista, firmando en 1951 un tratado que convertía al Tíbet en provincia autónoma de China.A partir de ese momento, es un gobernante en el exilio. Esta es la sucinta historia de cómo una monarquía teocrática gobernó

el Tíbet trescientos años, hasta que la dictadura maoísta se adueñó del país. Ahora, y aprovechando el marco mediático que aportan los próximos Juegos Olímpicos de Pekín, se ha revitalizado el movimiento que pretende la independencia

del Tíbet de China y la vuelta del Dalai Lama al poder.

En este contexto, el presidente del Gobierno autónomo vasco recibe en Vitoria al director de la Casa del Tíbet en Barcelona, el monje budista ThubtenWangchen. En los discursos posteriores, Ibarretxe, haciendo referencia al Dalai Lama cuando manifestaba que «respeta profundamente a China», afirma lo siguiente: «Yo también respeto profundamente a

España y creo que es absolutamente necesario que en España se

respete también la personalidad del pueblo vasco para avanzar», tras haber apuntado que es «muy difícil entender que haya pueblos tan grandes, como China y España, que tienen tanto miedo a pueblos pequeños y humildes, como el Tíbet o el vasco, que son esencialmente pacíficos». O lo que es lo mismo, compara a las vascongadas con el Tíbet en su lucha por

librarse de un estado opresor.

¿También aspirarán los vascos a un Gobierno teocrático?