Señores: el túnel del tiempo. En el Reino Unido acaban de pegar un salto -mortal para algunos que yo me sé- de nada menos que de cien años atrás. El partido conservador y el partido liberal se han repartido el pastel mientras que los laboristas quedan en tercer lugar, que es tanto como salir de escena a corto plazo si se tiene en cuenta que aún están viviendo en Downing Street.

Cierto que se trataba apenas de unas elecciones locales, pero bien se sabe que los síntomas son a veces más temibles que los males desatados.

La verdad, ya llevábamos una temporada en el túnel del tiempo. Para ciertos casos o cosas, tres décadas. Lo que está ocurriendo ahora es una aceleración de la tendencia. Pero de tal intensidad que no me extrañaría ver cualquier día de estos en los telediarios a la mismísima reina Victoria con el abanico tópico y la inmensa prole típica.

Hablando en plata: la izquierda se bate no ya en retirada, sino en auténtica huida. Ayer fue Londres, capitaneando el terremoto que ha recorrido toda Gran Bretaña, y anteayer la Roma de aquel legendario intelectual, Argan, tan propio de los tiempos del compromiso histórico que, sospecho, jamás volverán.

El cambio es impresionante aunque se esconde tanto -para eso está el agitprop- que parece que todo sigue igual o que las variaciones son apenas matices circunstanciales. Pero, insisto, es impresionante en todos los países avanzados menos aquí. ¿Cómo es posible? Pues no lo sé o mejor, no lo es. Quiero decir que el presidente Zapatero está pegando un giro de auténticos 180 grados.

Sí, ZP está realizando la mayor rectificación que han visto los siglos o al menos la más rápida, porque en un mes ha cambiado tanto que parece que se ha ido a otro partido. Hasta el Estatut amenaza quedar en nada.

Al paso de carga que va, un día de estos -felices de nosotros- lo veremos charlando con Cánovas.