«Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y le faltan al respeto a sus maestros».

Sócrates. Siglo V a. C.

No, no es que nos haya entrado la nostalgia de la juventud perdida, entre otras cosas porque todavía somos jóvenes. Pero no viene mal contextualizarse como generación dentro de la historia reciente de este país. A veces es bueno entrar al trapo de las comparaciones, aunque sin hacerlas odiosas: vernos a la gente joven de ahora en relación con la de décadas pasadas, desde aquella generación que estrenó la mayoría de edad a la vez que se inauguraba la democracia que tanto costó conseguir. A fin de cuentas, en las políticas de juventud, de empleo, de educación y de vivienda de estos últimos treinta años se enraíza nuestra situación actual. Debemos a las generaciones que nos preceden los derechos conquistados y reconquistados. Su ejercicio es la mejor forma de defenderlos. Pero también debemos a las generaciones que nos releven el reconocimiento de otros que todavía quedan pendientes. El derecho efectivo al acceso a la vivienda, la igualdad real entre hombres y mujeres o la oficialidá de la llingua asturiana son sólo tres ejemplos de horizontes por alcanzar.

La juventud de ahora, así, como si fuésemos una masa homogénea, es una expresión que utilizan quienes ya no son jóvenes (incluso a veces quienes todavía lo son) para referirse a los que estamos en esa franja de edad. Es, además, una locución que pervive en el tiempo y que cada generación utiliza para referirse a la anterior, generalmente con un deje de crítica no siempre sana. Se utiliza para decir que no somos capaces de asumir responsabilidades, que no pensamos más que en la diversión y que no entendemos ésta sin alcohol u otras sustancias; que somos personas violentas y maleducadas, que somos una generación de pasotas; en definitiva, que tamos refalfiaos. No como la gente de antes, afirman.

Pero, ¿somos de verdad tan diferentes? ¿Han cambiado tanto las preocupaciones y las actitudes de la gente joven a lo largo de estos años? ¿En tanto se distancian la litrona del «botellón»? Visiones catastrofistas de la juventud las ha habido siempre (acuérdense de aquellas Historias del Kronen de hace quince años, o de la cita que encabeza este texto), y hasta la fecha siempre se ha visto que, como cualquier generalización, son injustas y poco acordes con la realidad.

Porque la realidad de la juventud sigue siendo otra, al menos en este país: una baja tasa de emancipación por un imposible acceso a la vivienda y un cada vez más precarizado mundo laboral. De nada parece servirnos eso de ser la generación mejor formada, como tanto se cacarea. La nuestra es una generación defraudada que creció con unas expectativas de futuro que se han visto frustradas con el paso de los años. Los 19.000 asturianos y asturianas jóvenes que han tenido que emigrar en 2007, como ha informado la prensa estos días, son una prueba más de ello. Desgraciadamente, quienes lo hacen únicamente para ampliar sus horizontes profesionales son una minoría.

Un dato para la reflexión: el estudio sociológico y antropológico «Juventud Urbana en Asturias», encargado por el Conseyu de la Mocedá del Principáu d'Asturies, desmiente el tópico de una juventud insolidaria y desentendida de su familia. Los resultados de las numerosas entrevistas hechas por los autores a padres, madres y progenie diversa así lo atestiguan. ¿Cuántos tópicos más habrá que no sean ciertos?

¿Y qué se ha hecho por la juventud y para la juventud en todos estos años? ¿Y con la juventud? Llevamos décadas de educación sexual, pero las estadísticas hablan de elevadas tasas de embarazos no deseados en chicas jóvenes. Hay una amplia normativa de seguridad laboral, pero la gente joven se sigue matando con demasiada frecuencia en el tajo. Hay ayudas, minipisos y grandes acuerdos entre constructores y administraciones, pero somos un montón quienes aún no hemos logrado irnos de la casa familiar. ¿Se están haciendo bien las cosas? ¿Se parte de los diagnósticos adecuados a la hora de hacer políticas para la población joven? ¿Se cuenta con la juventud a la hora diseñarlas, ejecutarlas y evaluarlas? Y nosotros y nosotras, ¿nos estamos organizando con eficacia? ¿Sabemos defender lo que queremos?

Sobre todo esto vamos a reflexionar en esta XV Escuela de Seronda, que lleva el título de «Cuando yo era joven». Quién te ha visto y quién te ve. Bien está que también otras personas nos analicen, pero esta vez, y durante tres días, los y las jóvenes de ahora vamos a analizarnos a nosotras y a nosotros mismos, y a la realidad que nos rodea y condiciona. Con rigor, con perspectiva histórica, con actitud crítica y reivindicativa, también con mucho humor. Con la convicción de que cuando no seamos jóvenes seguiremos participando y ejerciendo activamente nuestra ciudadanía, a poder ser, sin criticar a las generaciones futuras desde un punto de vista cascarrabias.

Paulino Feito es presidente del Conseyu de la Mocedá del Principáu d'Asturies