Tras el puente del Día del Trabajo llegará a Gijón la noticia, parece que definitiva, del acabamiento del centro de trabajo Naval Gijón. Al final, el Gobierno central y su Ministerio de Industria, que es el que manda en Pequeños y Medianos Astilleros en Reconversión (Pymar), liquidará la plantilla mediante prejubilaciones e indemnizaciones. Esto se comunicará al astillero gijonés el próximo día 7.

Es decir, todos para casa, y aquí paz (no Felgueroso) y después gloria.

Pero hay algo que nos obliga a poner cara de idiotas. Resulta que esto sucederá unos días después de que el Gobierno de Cantabria haya decidido que Astilleros de Santander (Astander) se meta de nuevo en la construcción naval, tras un tiempo de ajuste serio, durante el cual se dedicó a la reparación y transformación de buques.

No conocemos a fondo el Astander, aunque nos dicen las crónicas que cuenta con unos 110 trabajadores -100 hay en Naval Gijón-, pero que llegó a tener 700 operarios, al igual que Nagisa tuvo su tiempo de varios cientos de puestos de trabajo. Astander fue privatizado en 1999 -qué mala costumbre en un sector tan débil-, y se metió en un temporal que fue capeando mediante ajustes de plantilla y la referida actividad recortada. Pero siguió existiendo y ahora parece que trata de hinchar las velas, ya que en todo el mundo civilizado, incluso en la Europa que compite denodadamente con los astilleros asiáticos, la construcción naval mantiene o incrementa sus niveles de producción. Y tanto porque los orientales tienen sus dársenas llenas por años, y desvían obra, como por la necesidad de construir nuevos buques Panamax, que aprovechen las futuras dimensiones de las exclusas del canal homónimo, en ampliación. Sea como fuere, a lo que vamos es a que, dentro de tres días, Naval Gijón recibe la puntilla y ni siquiera se nos queda como astillero de reparación o transformación de buques. «Pulvis, cinis, nihil»: polvo, ceniza, nada. Y, como ya es evidente, ni el Gobierno del Principado, con un puesto en el consejo de administración de Pymar, ni el Ayuntamiento de Gijón, han movido el suficiente músculo como para que el astillero gijonés no desaparezca del todo, porque después estos muertos no los levanta nadie, salvo el industrioso constructor de pisos. Ahora, compárense los finales de obra entre lo nuestro y Santander.