E l advenimiento de la nueva lonja se nos anuncia ahora para junio. Esto no supondría inconveniente alguno si no fuese porque la rula lleva ya esperando, con las obras terminadas, desde hace año y medio. Serán dos años para entonces.

Es difícil dar con mayor grado de incompetencia política que el ofrecido en este conflicto de interminable resolución. A los contribuyentes que con nuestros impuestos hemos financiado las instalaciones de la llamada macrolonja debería concedérsenos la facultad de emprenderla a tomatazos con los responsables de este engendro. Y no lo digo, no, en el sentido figurado, sino en el más literal de la palabra. Tomatazos, es decir, la acción de lanzar tomates a los culpables de que unas instalaciones que han costado más de quince millones de euros sigan cerradas por causa de la mala gestión.

Por encima de este enojoso asunto han pasado las horas y los días sin soluciones. En el afán de unos por controlar el negocio de la pesca y la negativa de otros a ceder la plaza se han mezclado intereses políticos e inmobiliarios, e incluso enfrentamientos personales. Pocos casos habrá en los que se haya jugado de manera tan irresponsable con el dinero público y la paciencia de los ciudadanos. Avilés aguanta todas las tormentas, es un lugar, por la serena y sufrida conducta de su población, a veces abnegada, capaz de soportar, en una misma medida, la negligencia y las frustraciones que se van sucediendo como consecuencia de mil sueños rotos y promesas incumplidas de una casta política y social insignificante y pésima en eficacia.

En estos momentos se discute todavía la participación de los armadores y la Cofradía en la gestión de la lonja, todo ello después de haberse librado la tercera guerra mundial y cesado el presidente de la Autoridad Portuaria y el director general de Pesca. En junio se cumplirán otros ocho meses más de parálisis. Y a ver qué pasa entonces.