Llevo años anunciándolo y por fin ha cantado la gallina: van a llevar cuadros del Museo de Bellas Artes de Asturias, con sede en Oviedo, al Cluster de la Laboral.

Igualmente, advertí en su día sobre las maniobras en torno a la ópera y el año pasado ya se han ofrecido algunas funciones en la Laboral -con micrófono, para mayor comicidad- mermando los ya muy escasos dineros que da el Principado a la temporada del Campoamor. Objetivo cumplido.

Se dice, se advierte, se argumenta, pero nadie mueve un dedo y menos que nadie el Ayuntamiento de Oviedo, entregado a una siesta que supera las hibernaciones más pesadas de «Paca» y «Tola».

Pues eso, las más altas autoridades de la villa del Polígrafo acaban de reconocer su pretensión: arrebatarle cuadros a Oviedo para los chiringuitos costeros. Por supuesto, han dicho que sólo provisionalmente y tal y tal y tal. También la TPA iba a instalarse en Llanera, y sólo provisionalmente en la Laboral, pero allí, en el macroedificio de Girón, quedó plantada «ad eternum».

El expolio latente es obvio desde hace una glaciación. El Gobierno de Areces congeló durante ocho años la ampliación del museo mientras aceleraba las obras de la Laboral. Ahora ataca por fin esa ampliación -por cierto, cargándose un palacio y un edificio de De la Guardia: como el arquitecto contratado es chic el paletismo local no sólo no denuncia el atropello, sino que encima aplaude-, pero se trata de una ampliación raquítica, apenas útil para justificar el traslado de cuadros a la Laboral por falta de espacio.

Ojo, que también el Oscar Mayer, de la villa del Adelantado, necesitará cuadros para rellenar su pura nada, así que ya veo a Jorge Fernández León en Serín -y valga la redundancia- dirigiendo el tráfico, este camión con cuadros para la Laboral, este otro para el Oscar Mayer y así hasta dejar Oviedo desplumado, que de eso se trata en todo caso.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente «La batalla de los hunos», de Liszt).