Iba a preguntárselo a mi abuela, pero no es de la época y a mi madre, sin preguntárselo, ya la estoy viendo morderse suavemente el labio inferior, mover la cabeza, y susurrar «Ay, tu madre, Danielin, cómo estás».

Y es que recuerdo que hace muchos años al cine Albéniz iban las parejas a «achucharse» y otros a ver si pillaban.

Es toda una cadena de recuerdos desordenados, que me vienen a la mente, porque no sé quién me lo contó hace más de treinta años.

Debió de ser en el Guinea o en el Salón de Té del Yuste, ambos en Corrida, en aquellas reuniones a la hora del café.

El personaje en cuestión ni parpadeaba escuchando las explicaciones de cómo comportarse para pillar en el popular cine: «Esperas a entrar cuando la película esté en marcha, suele ser sesión continua y entras cuando desees, pero con la luz apagada. Te vas fijando en las butacas libres, y allí en donde veas una con "algo" que brilla, allí vas como un tiro, esperas a que ella retire el bolso, te sientas y, a partir de ahí, al ataque; eso sí, poco a poco».

Hay que decir que en aquellos años sesenta estaban de moda los bolsos de charol entre las mozas entraditas en años; de ahí lo del brillo.

Pues allá va aquella tarde a probar fortuna, espera en el ambigú y, cuando escucha rugir al león de la Metro, aparece él, cual león hambriento, en el pasillo. El destello, desde una butaca, le pone en situación, ve la pieza, y se lanza en picado. Al poco se escuchan un montón de improperios y un pedazo de castaña que restalla en los morros del galán acosador.

Con las luces encendidas, por el revuelo, echa a correr como un tiro, no sin antes observar que aquello que vio brillar no era un bolso, sino un tricornio, y menuda bofetada se llevó.

Es tal cual me lo contaron y me viene a la mente, porque la Guardia Civil no está para chistes, aunque no haya persona que no sepa uno y este que cuento tenga un fondo de realidad.

Viene a cuento porque todo apunta a que la Guardia Civil no ve la forma de ser parte, con todos los derechos, de una sociedad democrática como ésta.

A las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado, en general, les han mejorado su situación -menos a ellos-, y policías, tanto nacionales como municipales, prácticamente les doblan los ingresos mensuales.

No les llega la desmilitarización prometida, no pueden manifestarse, sufren numerosas bajas psicológicas, suicidios, y la ley de derechos y deberes les ha complicado aún más la situación. Sus quejas no son escuchadas y de ahí sus lamentos.

Mi padre no fue guardia civil, mis abuelos tampoco y mis hijos, no lo sé, tal como están las salidas de las carreras universitarias no descarto nada; pero algunos políticos, sí, y bien podrían hacer algo por ellos. Sin duda que se sentirían bien, yo lo estoy por estas líneas y no he hecho nada.

Daniel Rodríguez, Radio Gijón Cope