Hay una pieza que no encaja en la argumentación que el teatro Jovellanos ha empleado para negarle escena a Arturo Fernández durante la semana grande gijonesa. Dicen los mandatarios del coliseo local que, como el veterano actor lleva su representación esta semana a la muy noble, muy leal, benemérita, invicta y heroica ciudad de Oviedo, ello hace que pille demasiado cerca ofrecer la misma pieza en la segunda semana agosteña de Gijón.

Sin embargo -y aquí viene el detalle que no cuadra-, alternativamente le ofrecieron el Jovellanos a la compañía de Fernández para la primera semana de septiembre.

Vamos a ver: si las actuaciones de estos días en el Campoamor ovetense podrían quebrar la atracción de Arturo en agosto -y por ello el coliseo gijonés no quiere programar con dudas y chamuscarse-, ¿cómo se explica que el Jovellanos ofrezca escenario para tan sólo quince días más tarde? ¿Cómo es posible que las funciones capitalinas puedan afectar, según el Jovellanos, las posibilidades de la obra en Gijón al ser programadas diez semanas después, pero no vayan a perjudicarla si se ofrecen tras doce semanas?

Esto suena a que el Jovellanos tiene perfectamente calculado que el fuego de Arturo, o por Arturo, dura 60 o 70 días y no más; pero si vuelve a escena al cabo de 85 días, ya se habrá apagado todo recuerdo y el público afluirá masivamente al coliseo. Por tanto, hemos de suponer que el teatro Jovellanos tiene muy bien estudiado a Arturo Fernández y sus efectos; que lo tiene analizado al milímetro, y, no sólo eso, sino que también llevará el coliseo gijonés registro preciso de los biorritmos de los aficionados al actor gijonés.

Puede que incluso en el Jovellanos custodien extensas memorias e informes sobre los pasos de Arturo. ¿Tendrán noticia entonces de que éste hizo algunos bolos dramáticos con Gabino de Lorenzo en la pasada campaña electoral y ésas son cosas que a algunos espíritus inocentes se les quedan grabadas a fuego en la memoria?