Turquía lleva más de un año en un clima de tensión política aparentemente insoportable. La última crisis la marca el proceso de ilegalización del partido en el poder por el máximo tribunal de justicia. Espero que se trate de una crisis de mero crecimiento de la democracia turca cuya maduración ha permitido la discusión de temas considerados tabú hasta hace muy poco.

Éste y otros debates sobre Turquía se han plasmado en un informe que el Parlamento europeo votará la próxima semana sobre los progresos en vista a la adhesión, aún lejana. El informe destaca que la principal beneficiaria de la modernización de Turquía será ella misma, pero también la Unión Europea, que obtendrá réditos de ese gran país si alcanza estabilidad, democracia y prosperidad. En Europa no siempre se comprende el carácter trascendental de todo lo que gira en torno al Bósforo y de a qué lado se inclina Turquía, la geográficamente europea y la de la Anatolia profunda.

El informe toca la libertad de expresión y el papel de los militares en la política como apartados fundamentales.

La inculpación de Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura, por ataque a la identidad turca, sigue mostrando la persecución de ciertas expresiones pacíficas, en este caso la mera discusión de la existencia del genocidio armenio de 1915 (anterior a la creación de la República de 1923). Me ha recordado mucho los procesamientos, en España, tiempo ha, de Pilar Miró por su película «El crimen de Cuenca» o Albert Boadella y «Els Joglars» por la obra «La torna». Por otro lado, el debate sobre el levantamiento de la prohibición del uso del velo en lugares públicos pone en peligro, a juicio de la cúpula militar, las bases seculares del Estado, hasta el punto de que el hecho de que la esposa de un ministro lo lleve, desencadenó el llamado cibergolpe (aviso de los militares por internet de que el previsible presidente turco debía entregarse a los principios laicistas «no sólo de palabra», sino «demostrándolo con actos inequívocos».

Turquía ejemplifica el entendimiento posible y esperanzador entre Oriente y Occidente. La Alianza de Civilizaciones, patrocinada por los presidentes de los Gobiernos español y turco, tiende un puente entre el mundo musulmán y Occidente a fin de disminuir el radicalismo que, desgraciadamente, se extiende por demasiados países.

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