Este lunes fue un día loco políticamente. Pero este martes será, previsiblemente, mucho más agobiante desde el punto de vista del observador periodístico. Ahí es nada, comenzar con una reunión entre Zapatero e Ibarretxe y concluir con un debate en el Congreso de los Diputados acerca de lo ético y lo estético de permitir que el ex director de la oficina económica de la Moncloa, David Taguas, se convierta en el presidente de la patronal de la construcción, por ser, dicen, compatible. En medio, tendremos casi de todo. Reuniones sobre la financiación autonómica, discursos de líderes del Partido Popular...

Nada anormal si bien se mira, aunque a veces tendamos a sacar los pies del tiesto, especialmente en este Madrid en el que me desempeño, tan lleno de cenáculos y mentideros de toda suerte. Es la legislatura, que se pone en marcha, sacudida, eso sí, por las desavenencias internas en el PP, y en otros partidos, y amainada por la calma chicha, más aparente -me parece- que real, en el Partido Socialista y en el Gobierno.

Selecciono, entre todo ello, el encuentro en la «cumbre» monclovita entre el jefe del Ejecutivo central y el lendakari. Los dos tendrán que mostrar talla de estadistas en una reunión que yo me alegro de que se produzca -otros han pedido que se suspenda, en un ejercicio, me temo, de miopía-. Ya he dicho en alguna ocasión que Zapatero mostrará su verdadera dimensión en estos primeros escarceos de su segunda legislatura, cuando habrá de llegar a acuerdos, pactos y consensos con un Partido Popular que, muy probablemente conducido por Mariano Rajoy, muestra una deriva hacia el sentido común y el abandono del pernicioso «no a todo».

Pero, además, ZP habrá de amainar nacionalismos desbocados -el de Ibarretxe, tantas veces, lo es, como está empezando a serlo el de Artur Mas- y sofocar ambiciones y amiguismos excesivos entre los suyos: este martes tiene una buena oportunidad de criticar el movimiento en falso que supone el pase de Taguas a «esa» vida privada de lobbies e influencias (no lo hará, claro).

No lo tiene, en este cuarto de hora, demasiado difícil el Presidente, que se beneficia, sin mover un dedo para provocarlo, del marasmo en el principal partido de la oposición y de las tensiones en las demás formaciones políticas, desde el PNV hasta Esquerra Republicana de Catalunya. Y la verdad es que, en estos días de locos, la de Zapatero es una voz que templa y manda, aunque los mensajes no sean demasiado profundos. Al menos, ya digo, en este cuarto de hora, en el que aún permanecen algunas incertidumbres sobre la verdadera situación económica que nos aguarda.

Pero ya he dicho muchas veces que la legislatura ha de ser larga; no sé si la «baraka» actual de Zapatero, que le ha acompañado siempre, seguirá yendo de su brazo. Dicen que la suerte favorece siempre a quienes la merecen. ¿La merece?