A falta de que la observación del comportamiento humano proporcione suficiente interés, volvemos a mirar a los animales. La etología de las bestias puede llegar a ser tan instructiva como la de los seres civilizados.

Ahora mismo, contenemos la respiración, pues la Fundación Oso de Asturias acaba de realizar un solemne anuncio: se va a producir un primer contacto físico de las hermanitas «Paca» y «Tola» con el oso «Furaco», después de que ellas hayan mostrado una posible disposición a la cópula.

Estamos expectantes porque: primero, «Paca» y «Tola» no han conocido macho en sus 19 años de vida; y, segundo, la primera de ellas pesa 120 kilos y, la segunda, 180, de modo que juntas alcanzan en la báscula la misma masa que «Furaco». Si el oso cántabro no les apetece, o incluso las cabrea, la cosa puede acabar en una escena de violencia de género. Ellas empatan a peso con él, luego podrían ganar a puntos en caso de que se líen con las zarpas.

Más aun: ¿qué sucedería si, después de casi veinte años de ir juntas a todas partes, han procedido a la elección de género y se han vuelto lesbianas? Adviértase que el comportamiento homosexual, con o sin sexo, ha sido observado en unas 500 especies, desde las libélulas al bisonte americano, pasando por elefantes, delfines o hienas.

La hipótesis lesbiana arruinaría el experimento y devolvería a «Furaco» en un estado impensable a su presidente cántabro, Revilla, que tanto lo cebó con anchoas. Habrá que esperar sucesos.

Al otro lado de los animales protegidos en Asturias, tenemos de nuevo al urogallo «Mansín», el que pasea por Tarna y recorrió el año pasado otros varios pueblos de la zona.

Dicen los especialistas que estos desplazamientos erráticos, además de su docilidad, revelan a un animal que se ha desquiciado al perder los lazos con sus congéneres. Los urogallos asturianos son pocos y, encima, pueden acabar chiflados. No queremos ni pensar que ello vaya a ser una metáfora de la región en cuanto habitada por humanos.