Nuevos episodios en la operación de acoso y derribo contra don Mariano Rajoy. Desde dentro de su partido, desde los medios supuestamente afines y desde misteriosos centros de agitación y propaganda, una especie de «quinta columna» que busca minar la moral del sitiado. El pasado viernes fue convocada ante la sede de la calle Génova una manifestación de protesta mediante mensajes a teléfonos móviles, justamente a la misma hora en la que se sabía que estaba prevista una reunión del líder del partido con alcaldes y otros dirigentes regionales. La cadena de radio de los obispos le dio amplio aliento y publicidad y acudieron unos doscientos incondicionales del insulto y del abucheo, una actividad que siempre tiene muchos partidarios. Fue bastante bochornoso ver en los noticiarios de la televisión cómo los dirigentes políticos -todos ellos conspicuos miembros de la derecha española conservadora- eran abroncados por unos excitados correligionarios con gritos de «traidores», «ladrones» y «vendepatrias». Los más vituperados, por supuesto, fueron los señores Rajoy y Gallardón, que tuvieron que salir de la reunión, escapados, en coche y por el garaje, como suele hacerse con los detenidos de cierto relieve en la Audiencia Nacional. En realidad, los poco más de doscientos vociferantes no hicieron otra cosa que reproducir los insultos que les prodigan en los medios supuestamente afines. De los que no se libra siquiera, pese a su avanzada edad, el propio fundador del partido, señor Fraga Iribarne. Un «carcamal», un «facha» y un «ególatra incorregible», que mejor estaba retirado en su casa tomando sopitas de ajo, según se pudo escuchar en la emisora de los obispos. Que en la radio propiedad de la Conferencia Episcopal Española, que preside el cardenal Rouco Varela, un villalbés insigne, se permita decir esas cosas de otro paisano y buen amigo suyo llama muchísimo la atención. ¡Dos eminencias del mismo pueblo enfrentadas a gorrazos! ¡¿Quién nos lo iba a decir?! Al parecer, el mayor pecado de Fraga es apoyar incondicionalmente a Rajoy y haber criticado educadamente a doña Esperanza Aguirre y a doña María San Gil, dos de las mujeres bravas que participan en la conspiración de forma explícita junto al señor Mayor Oreja, un democristiano de aspecto fúnebre que parece estar siempre a punto de dar un pésame. He tomado nota de la extensa lista de imputaciones que se le hacen a don Mariano (jefe del Ku-Klux-Klan, gran maestro de la masonería, jerarca soviético, etcétera), pero la que más me sorprende de todas es la de airear su condición de gallego bajo la tópica perspectiva de que nunca se sabe si sube o si baja la ya archifamosa escalera. Desconozco quién es el oculto cerebro director de esta campaña feroz, pero esos juegos de palabras son políticamente muy peligrosos. Y todavía más en un partido que fue fundado por un gallego, está presidido -de momento- por otro gallego y tiene una importante reserva de votos en Galicia. Aplicar un punto de vista madrileño a cualquier situación puede ser un error de consecuencias imprevisibles.