Delicada y comprometida cuestión la que se debatió en el Congreso este martes, por iniciativa de dos partidos de izquierda, IU y BNG, que parecían querer poner a prueba la vocación laica del Gobierno, y que, para ello, presentaron proposiciones no de ley para eliminar el crucifijo en los juramentos de los altos cargos, y para revisar los acuerdos con la Iglesia católica. Ninguna de las proposiciones progresó, pero sí obligaron a que los socialistas gobernantes expusieran su pensamiento sobre el particular. Lo hicieron los dos máximos cargos que el PSOE tiene en el Congreso, José Antonio Alonso y Ramón Jáuregui. Ambos hicieron profesión de fe laica en sus intervenciones, pero finalmente, sumaron el voto socialista al del PP para rechazar las propuestas de la izquierda. Alonso explicó que esa supresión de símbolos religiosos en acto institucionales que reclamaba Llamazares se producirá como consecuencia de la práctica y de la evolución social y protocolaria, pero no mediante prohibiciones legales. Jáuregui, a su vez, aceptó que «el crucifijo está de más», pero explicó que la laicidad debe ir al ritmo de los cambios sociales. Y a modo de ejemplo, después de explicar que, efectivamente, el crucifijo estaba de más en las tomas de posesión, sin embargo no tiene por qué promulgarse una ley para prohibirlo. Ni siquiera es necesario cambiar ninguna norma, por cuando el decreto que regula el protocolo de tales tomas de posesión ni siquiera habla de ningún símbolo religioso. También Jáuregui, por consiguiente, confió a la evolución social lo que ya ha venido sucediendo en los últimos años en miles de escuelas públicas y Juzgados, donde no ha sido precisa norma alguna para ir eliminando progresivamente los crucifijos. No hay duda de que el ejemplo de escuelas y Juzgados y el recuerdo de que nada obliga a la presencia de crucifijos en otros actos públicos, moverá a más de uno a proceder a la retirada de tales símbolos religiosos.

También fue esquivo el partido gobernante a la hora de considerar los acuerdos con la Iglesia católica y los acuerdos que mantiene con el Estado: ni se cambian ni se mantienen tales acuerdos. No está cerrada la posibilidad de revisarlos, pero son tratados internacionales que deberá contemplar el Gobierno con la conveniente prudencia y en el momento oportuno. Tal vez cuando se debata la ley de Libertad Religiosa, debate anunciado para esta legislatura.

De modo que a muchos pudo defraudar la efectiva laicidad de los socialistas, acusados por Llamazares de mantener una vinculación entre Monarquía e Iglesia católica que es preconstitucional. Pero fue Jáurequi quien marcó el ritmo: hay que normalizar la aconfesionalidad del Estado, pero son producir tensiones innecesarias». O dicho de otro modo, el PSOE apuesta por una progresiva retirada de los símbolos religiosos. Pero sin que llame la atención en demasía...