La alcaldesa Felgueroso les hará caso a los jueces que colaboran en el gobierno municipal -mediante frecuentes y amables sentencias- y llevará al orden del día de un Pleno si ha de convocarse o no una comisión sobre el escándalo de las contrataciones de la Empresa Municipal de Autobuses, EMTUSA.

No obstante, la regidora ya ha declarado que va a ser que no; es decir, que nanay de comisión, la cual, aunque técnicamente se denomina «no permanente», vendría a ser una comisión investigadora, como ésas de las películas en las que sale un frente de senadores en una mesa de caoba interrogando al Hughes o al Bogart de turno (lo que tienen en EE UU es que, a la mínima, montan en el Capitolio un comité indagatorio: en 1854 hubo uno para examinar si se podía construir un tubo neumático entre Washington y Baltimore para enviar el correo; se habría llamado el «pneumatic mail»).

Pues bien, no habrá comisión municipal de investigación sobre este asunto que en el presente resulta un pan durísimo, pues acaeció en el último trimestre de 2004. Ya se sabe que hay dentaduras delicadísimas en las casas consistoriales que podrían perder alguna pieza bucal hincándole el diente a ese pétreo misterio sobre cómo EMTUSA repartía el pan del las contrataciones, con asomo de nepotismo y otras hierbas.

Porque, en efecto, el «caso EMTUSA» se petrificó en sí mismo cuando el gobierno municipal de PSOE e IU decidió resolverlo de tejas abajo, con «omertà» y sin luz ni taquígrafos. Y eso que, cuando estalló, el escándalo prometía mucho, pues el edil Montes Estrada, «Churruca» (IU), pronunció aquella famosa frase -digna del lapidario histórico gijonés- de que «en todas las bocacalles» se hablaba de los desenfrenos de EMTUSA. Después, «Churruca» plegó velas. Y en el presente -a poco que se rememoren algunos datos e indicios suficientes- se podría investigar perfectamente aquello, pero Felgueroso y su equipo tendrán que retratarse pronunciando ese sonrojante no a la comisión.