La cuarentena es una edad difícil, ¿para quién no? A partir de los 40 comienzan los achaques, nos acostumbramos a la vida segura, ya estamos de vuelta de todo, apadrinamos un niño o tres. Dejamos los deportes de acción y riesgo y nos hacemos expertos en Pilates o yoga, dependiendo de nuestras vivencias universitarias. Y es que la Universidad, aquella de antes de que el Alsa recorriese Asturias trayendo y llevando estudiantes, imprimía carácter, ¡vaya si lo imprimía! ¿Ocurre ahora lo mismo?

Ahora las facultades quedan vacías inmediatamente después del último timbrazo. Los vinos se toman, cuando queda tiempo, con los colegas del instituto. El trabajo en grupo, en casa de un amig@ que vivía en Oviedo, que a muchos nos ayudó a finalizar la carrera, es imposible, pues dura como mucho los veinte minutos del viaje. Cuarentena nuestra, cuarentena de nuestra biología del alma. Afortunadamente, todavía no de nuestro edificio de Biología, que está en plena forma. Cuarentena de la licenciatura en Biología por la Universidad de Oviedo: ¿Con los 40 sólo perdemos competencias? No. Afortunadamente, no.

A pesar de que la situación actual no nos permita hablar aún de integración profesional total de nuestros egresados, los licenciados actuales ya no tienen que dedicarse exclusivamente a la enseñanza o a completar estudios de Farmacia para poder vivir de sus estudios. En estos cuarenta años la biología ha conquistado nichos importantes. No me equivocaré si afirmo que la investigación puntera actual en biomedicina, biotecnología, biodiversidad, ecología y muchas otras áreas emergentes está en manos, y muchas veces bajo la dirección, de biólog@s.

Lejos quedan aquellos tiempos en que un biólog@ era un intruso en ambientes industriales. Permitidme aquí que recuerde a aquellos colegas de las primeras promociones que, rompedores y con competencias sobradas, supieron vencer condiciones adversas en ambientes donde el biólogo no era nadie. Hecho el necesario reconocimiento y gracias a ellos, y gracias a nuestro Colegio de Biólogos, hoy el horizonte biológico es mucho más amplio y atractivo. Las posibilidades de vivir de la biología fuera de la docencia no son un sueño. No, siempre y cuando los licenciados accedan al mundo laboral con las debidas competencias profesionales. Es decir, con la debida integración de conocimientos, destrezas y actitudes que permitan el desempeño profesional.

Desde el punto de vista académico, las competencias adquiridas son el resultado del aprendizaje y en esta dirección debemos trabajar. Ahora que somos mayores muchos de nosotros, los docentes, que es mayor nuestra licenciatura. Todos, la licenciatura, los profesores y los alumnos, tenemos que adecuarnos a la gimnasia activa que supone el espacio europeo de educación superior. El cambio que implica la transformación de la «Universidad de la formación» en la «Universidad del aprendizaje» es un proceso que intenta mejorar la calidad, armonizar los sistemas educativos de las universidades europeas, facilitar la movilidad y aproximar el perfil de los egresados universitarios al perfil profesional que demanda el mercado laboral. ¡Menuda gimnasia activa! Estos ejercicios de cambio serán una suerte para los cuarentones; todos, docentes y licenciatura, rejuveneceremos y además ganaremos en calidad formativa si somos capaces de predecir dónde se localizan los nichos profesionales de inserción y trabajo.

La licenciatura pasará a ser «grado» y los docentes deberemos planificar materias para el aprendizaje de competencias. Pero ¿qué necesidad tienen de rejuvenecer nuestros jóvenes estudiantes? Nuestros egresados lo que nos exigirán será que su esfuerzo de trabajo se vea recompensado, que sus ilusiones no se frustren y que puedan vivir de su profesión. Como docentes que somos, nos compete la responsabilidad de que los esfuerzos que todos realicemos hasta 2010 tengan larga vida, sin volver a acusar los efectos del paso de otras cuatro décadas.

En su plan de desarrollo institucional (PDI), las universidades deberán tener en cuenta que no es tener muchos licenciados lo que necesita el país o la aldea global: lo que la sociedad necesita son personas con capacidad de insertarse en el ámbito laboral: como empresarios con visión global y de futuro, o como trabajadores en empresas o industrias que solicitarán personal competente, con capacidad de análisis y síntesis, creativos, interesados en desarrollarse y que se sepan adaptar a nuevas situaciones. Los nuevos profesionales han de estar dispuestos a adquirir nuevas competencias, a saber trabajar en equipo, atender a instrucciones, recibir y dar órdenes, pero, sobre todo, y lo considero un punto eje de la preparación de los estudiantes, que aprendan a tomar decisiones acertadas y en el menor tiempo posible o bajo presión.

Si las universidades captan estas ideas, habrán dado un paso en el sentido de mejorar a los futuros egresados y, por ende, al bienestar humano. Para lograrlo también deberemos hacer lo propio los dos sectores más importantes de estas instituciones: los estudiantes y los docentes.

Estoy convencido de que los docentes de hoy, y aun mejor, los que nos están sucediendo mantendremos de forma dinámica las posibilidades de cambio en los contenidos de las materias para así mantener un puente directo de inserción profesional de acuerdo con las demandas sociales. La exploración de las posibilidades futuras basada en indicios presentes o, lo que es lo mismo, predecir con antelación efectiva lo que la sociedad demande de la Universidad es clave para conseguir la inserción plena de nuestros titulados. El éxito de una buena formación universitaria sólo será posible si las acciones de cambio se basan en los resultados de una prospección de necesidades, siempre auspiciada o, por lo menos, animada y con los correspondientes apoyos de instituciones y órganos de gobierno regionales y nacionales.

La biología no tiene edad. El interés por la vida que nos rodea existió desde que el hombre es hombre. Por cierto, no olvidemos que a la Universidad le ocurre lo mismo que a la biología o que a nuestra Facultad de Biología y a nuestros alumnos: siempre son jóvenes.

Roberto Rodríguez es decano de la Facultad de Biología.