Muy recientemente, el gobierno de la nación envió al Consejo de Estado cuatro reales decretos que desarrollan, en parte, la llamada ley de la Memoria Histórica que ya fuera aprobada en enero. Uno de ellos permitirá que los documentos que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, en Salamanca, en la sección Guerra Civil, y que se refieran a escritos privados (cartas íntimas entre familiares, por ejemplo) podrán ser recuperadas por los remitentes, por los destinatarios o, en su caso, por sus descendientes, quedando en Salamanca una copia.

Recordamos que la parte asturiana de esos fondos fue confiscada fundamentalmente en las cuencas mineras y en Gijón, y lo fueron a cargo de la Delegación Nacional de Servicios Documentales que Franco creó en 1937 para «recoger, analizar y catalogar todo el material de propaganda de todas clases que el comunismo y sus organizaciones adláteres hayan utilizado para sus campañas en nuestra patria». Podemos decir que a partir del día 20 de octubre de 1937, cuando termina la guerra civil en Gijón, se realizaron en Asturias noventa y dos registros de incautación -a organizaciones sociales, políticas y a particulares-, y que esa voluminosa documentación se mandó a Salamanca, ocupando dos vagones de tren. Por tanto, allí llevan esos documentos originales más de setenta años. Enorme cantidad de documentación relativa a partidos políticos y sindicatos, pero también, como decimos, otro tipo de escritos sin esas connotaciones.

Parece justo que los originales de esa correspondencia familiar sean recuperados por sus legítimos propietarios (quien haya escrito las cartas o a quienes fueran dirigidas) y citamos un caso, un caso gijonés. En esos «papeles de Salamanca» se conserva la correspondencia que el líder anarquista gijonés Avelino González Entrialgo dirigió desde su exilio en Bruselas durante los años 1935 y parte de 1936 (allí estaba a causa de su papel dirigente durante Octubre de 1934) a su esposa, Oliva, y a sus hijas, que seguían en Gijón. Además también podemos leer, y emocionarnos, con las cartas que Oliva le escribe y en las que le cuenta qué pasa en Gijón en esos meses inmediatamente antes de la guerra, y cómo están sus hijas, dos niñas significativamente llamadas Acracia y Libertad. Sacar de un frío archivo -en este caso de un archivo que está a 350 kilómetros de Gijón- esas cartas que no son ningún tipo de documentación política es un acto de justicia. Bienvenida sea esa justicia, esa devolución, tantos años después.

Avelino González Entrialgo, tras la guerra civil, de nuevo tuvo que exiliarse. Esta vez a América, y con toda su familia. Avelino murió, en Venezuela, en 1977. En Tremañes había nacido y en Cuatro Caminos había vivido unos años e incluso ocupó durante un tiempo, a inicios de la década de 1930, la presidencia del Ateneo Obrero de La Calzada. La vida de González Entrialgo es relativamente conocida, pero una pregunta: ¿alguien sabe qué fue de su esposa Oliva Díaz y de sus hijas Acracia y Libertad, que, de vivir hoy, tendrían 84 y 85 años? Otra pregunta: ¿hay familiares de Avelino en Gijón? Agradezco noticias.