Súbitamente, la Copa Davis, torneo internacional de tenis (como es sabido) asciende a noticia relevante hasta el punto de que Televisión Española retrasa el Telediario de las tres de la tarde, 35 minutos, porque el fulgurante astro Rafa Nadal tardó en rematar a su adversario en el partido inicial celebrado el pasado 19 de octubre. Ignoraba, pobre de mí, que el elegante deporte de los ingleses tuviese prioridad sobre la información que facilita a horas fijas la televisión estatal.

Pero mucho ha de importar cuando la presidenta de la comunidad madrileña ha cedido el ruedo de la primera catedral taurina del mundo, la monumental plaza de Las Ventas, como pista de tierra batida sobre el mismísimo albero del coso. Me consta que algunos taurinos amantes de las tradiciones están que trinan y recuerdan a doña Esperanza Aguirre su relación familiar con ilustres ganaderías de bravo.

Menos mal que el furor tenístico que nos invade no es sustituido por el waterpolo y en lugar de pista instalan una piscina en el ruedo.

Las comparaciones no se han hecho esperar. Algunos dicen qué parecería al beaterio que el cardenal Rouco cediese La Almudena para un concierto de rock and roll.

Justifican esta decisión alegando que el aforo, más de 20.000 espectadores, no lo pueden encontrar en todo Madrid. ¿A qué clase de españoles se refieren que a las doce del mediodía ya pueden estar sentados en las gradas? No han de ser amas de casa, varones adultos trabajadores ni jóvenes estudiantes. ¿Es que no trabaja nadie en este Madrid alegre y confiado los viernes a las doce de la mañana?