Por fin ha terminado la afición gijonesa de subir su particular calvario y es preciso que todos, propietarios, empleados, gobernantes y vecinos reflexionen sobre la situación. Al comenzar la temporada recuerdo haber escrito que el Sporting se había ido a la Primera División con la ropa de andar por casa, como una «maruja» en bata y con los rulos puestos. Eso no se puede repetir, porque no ha de volver a perder el respeto al pueblo gijonés. Peor que eso: jugar con la integridad cardiológica de sus seguidores, porque no tiene derecho a poner en peligro de infarto el corazón de los gijoneses. Puede salir Gijón en las listas negras de la Organización Mundial de la Salud y la ministra del ramo incapacitar al Sporting como inductor de arritmias, taquicardias y constantes desasosiegos.

Hay que recomponer la plantilla con valiosas adquisiciones, reorganizar la gestión y conseguir que los consejeros mayoritarios se rasquen la bolsa fichando cracks y dejarse ya de componendas a base de canteranos. Hay que replantear el negocio con un fútbol más moderno y una gestión a tono con estos tiempos. Tengan como ejemplo al Villarreal, con menos categoría histórica que el Sporting y con un gestor langreano (Llaneza) que colma de satisfacción a todos los castellonenses.