Mientras el mundo industrializado avanza alegremente hacia el precipicio, el discurso de los ecologistas -que tiende a ser más pesimista y escatológico- podría llegar a confundirse con el meollo del guión del Apocalipsis, el último y más inquietante de los libros del Nuevo Testamento. Si resultara que es verdad lo que lleva pregonando toda esa buena gente -me refiero a San Juan Evangelista y a los apóstoles de Greenpeace-, va a ser gorda la que se avecina.

Lejos de la exageración, y con el espíritu sereno del científico acostumbrado a auscultar los biorritmos del planeta, el profesor Ricardo Anadón Álvarez (Vigo, 1950), catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, ha participado en la Casa de Cultura de Llanes, por segundo año consecutivo, en los actos del «Día mundial del medio ambiente». Si en 2008 había dibujado en su intervención un paisaje general de lo que se sabe acerca del cambio climático, en esta ocasión alertó sobre las consecuencias que van a tener en Asturias las alteraciones del clima. Anadón, sabio asequible y fácil de entender, es el único representante asturiano que participa en el «Informe del Grupo de Evaluación sobre Cambio Climático» de la Organización de Naciones Unidas. Él y otros 2.499 científicos de todo el mundo (entre ellos treinta españoles) tienen la misión de vigilar y cuantificar el vasto proceso de ruina y de agotamiento de los recursos originado por las malas prácticas de los países desarrollados.

De todo lo que divulgó en la Casa de Cultura podríase destacar lo siguiente:

1) Incremento de la temperatura. De 1961 a 2001 el aumento fue de 0,21º por década, notándose menores incrementos en otoño e invierno, y mayores en primavera y verano (0,32º en primavera; 0,18º en invierno). A finales del siglo XXI la temperatura media subirá en Asturias 5º. A este paso, dijo Anadón, «vamos hacia el peor de los escenarios».

2) Lluvias. El descenso de la pluviosidad puede ser más brusco de lo que predicen los modelos. En verano lloverá hasta un cincuenta por ciento menos (de rebote, Asturias podría salir beneficiada por esta circunstancia respecto a los destinos turísticos competidores del Mediterráneo).

3) Vientos. Son y serán cada vez más veloces, y esto se nota más en el occidente que en el oriente del Principado.

4) La mar. La temperatura media subirá 0,75º por década (esto es: en veinte años, un incremento de grado y medio). El aumento se está notando ya hasta a 800 metros de profundidad. Por otra parte, el nivel del mar sube entre 3 y 6 milímetros anuales, siguiendo una tendencia que se viene acelerando desde 1990. Acabarán desapareciendo algunas o muchas playas (un centímetro de aumento del nivel del mar significa un metro de retroceso).

5) Plantas y aves. El mundo mediterráneo está entrando en el mundo atlántico. La vegetación florece más pronto y los períodos de sequía para los cultivos son más intensos y más extensos en verano. Para el año 2017 la floración se adelantará casi en 30 días.

6) Catástrofes naturales. Los terremotos, las tormentas, los incendios forestales, las inundaciones y las temperaturas extremas irán a más. Las compañías aseguradoras hace tiempo que están tomando detallada nota de ello.

7) Pesca. «No esperábamos un cambio tan rápido», advirtió Anadón a los atónitos llaniscos. Habrá una menor producción y cambios importantes en lo que a las algas se refiere. El bocarte y el bonito se nos alejarán y emigrarán al Norte.

8) Y lo que nos faltaba para el duro: enfermedades desconocidas. Llegarán las de origen tropical (los virus también se mueven en la misma dirección), y hay muchas posibilidades de que el temido mosquito «tigre» (una especie de caballo de Troya que trae consigo vaya usted a saber qué) se quede a vivir entre nosotros.