El otro día, mientras miraba como destripaban un ordenador, empecé a pensar que también la naturaleza optó por la electricidad para hacer funcionar el cerebro humano y que eso tenía que influir en nuestro comportamiento. ¡Ojo! No quiero que esto se entienda como una crítica a la naturaleza. La pobre hizo lo que pudo con los materiales de que disponía. Crear un mecanismo inteligente no es fácil y si no que le pregunten a Microsoft que, con muchos más medios, aún no ha conseguido diseñar un sistema operativo a prueba de cuelgues. Pero es obvio que los seres humanos, además de nuestro polo positivo, también tenemos un polo negativo y un neutro. Yo mismo escribo esto dominado por un impulso creativo pero, a veces, siento la tentación de borrarlo todo y emprenderla a golpes con el teclado o, simplemente, de tumbarme a la bartola y no hacer nada. Incluso las sociedades tienen sus épocas de escribir libros, sus épocas de condenarlos a la hoguera y sus épocas de ignorarlos, siendo estos ciclos lo que comúnmente se conoce como progreso.

Desdichadamente, estas tendencias distan mucho de estar equitativamente repartidas. Nuestra comarca ha dado personas mucho más positivas de lo normal, como Alejandro Casona o Severo Ochoa, pero también se pueden encontrar otras tan negativas que, al acercarnos a ellas, notamos que se nos ponen los pelos de punta. A los primeros se les reconoce, generalmente, después de muertos, pero a los segundos es sencillo reconocerlos en vida. Es frecuente encontrarlos en los bares, pontificando sobre lo divino y lo humano y lanzando dardos envenenados contra todos los que hayan osado poner en marcha algún proyecto, asegurando que ellos podrían hacerlo mucho mejor sin esforzarse. Cualquier forastero poco avisado imaginaría tener delante a uno de los puntales de la comunidad pero, a poco que pregunte, se enterará que el tal sujeto no ha hecho nada en toda su vida salvo criticar. Nunca ha colaborado en nada ni, menos aún, ha tomado ninguna iniciativa. Es más, si le desafías a hacer algo él mismo, no sólo te mirará con mala cara sino que, probablemente, te retire el saludo. Son pura negatividad.

Si eres neutro y pasas de todo, no tendrás mayor problema pero, por aquello de los polos opuestos, cuanto más positivo te vuelvas, mayor número de estos individuos te tendrá enfilado y notarás cómo empiezan a saltar chispas, desgraciadamente, siempre en tu dirección. Si emprendes algo nuevo, por ir en contra de la tradición y, si sigues la tradición, por no innovar, sus rayos caerán sobre tu cabeza de manera inmisericorde. Muchas personas que hoy nos parecen pasotas fueron en su día elementos positivos que cayeron neutralizados por estas descargas y miles de proyectos válidos fueron abortados por ataques injustificados. Sólo un grueso blindaje aislante puede garantizar, si no la inmunidad, por lo menos la supervivencia.

Por eso, si usted se considera un elemento positivo, no deje que se le acerquen. No se esfuerce en ser agradable ni educado, no le servirá de nada. Como mucho, le aburrirán con sus quejas mientras esté presente y esperarán a que se vaya para despellejarle. En defensa propia todo está permitido, sea cortante, déjelos con la palabra en la boca y, si insisten, sea grosero: mándelos a hacer un acoplamiento en línea con algún polo positivo bien cargado.